Es un kusen con forma de poema que Daichi dirige a sus discípulos y también es una enseñanza eterna del budismo.

No os quedéis en la cima de la montaña de la soledad.
Empujando el agua fangosa cerca del viejo embarcadero.
El espíritu de compasión, lo más elevado, penetra los tres mundos.
Debéis estar satisfechos de ser barqueros en el mar de los sufrimientos.

 

La relación entre la práctica del zen y los fenómenos de nuestra vida cotidiana. Cuando hacemos zazen, a veces sin darnos cuenta, a veces es un segundo, entramos en el dominio de ku, de la vacuidad. Este pequeño espacio que surge dentro de nuestra mente en actividad, un pequeño espacio como un indicativo del no hacer, no seguir, un instante de liberarnos de nuestra condición de existencia y hacer entrar una semilla de sabiduría. Luego esta sabiduría de ku, sin sustancia, sin característica, sin dualidad, se infiltra en nuestra vida de cada día y las decisiones que se producen a veces sin pensar, o las que nos suponen problemas, las que tomamos cada día tienen esta pequeña luz de la no dualidad. Gracias a la práctica de zazen en nuestra vida de cada día podemos observar el comportamiento de nuestro cuerpo y el comportamiento de nuestra mente y gracias a la transformación que produce en el yo fijado, condicionado, esta observación, podemos tender la mano hacia los demás y ayudar. Es el camino del bodhisattva, de lo que trata el poema ochenta del maestro Daichi.

 

A mis queridos discípulos. No os quedéis en la cima de la montaña de la soledad.
El primer verso está en relación con un comportamiento demasiado espiritual y que se vuelve demasiado individualista. Cuidado, es fácil perder el camino. A este respecto dice el maestro Deshimaru: La religión no es para uno mismo, al contrario, hay que abandonarse a sí mismo. Es egoísta decir: “Tengo que hacerme perfecto, tener una fuerte personalidad y sobrepasar a los demás”. En particular cuando uno tiene una práctica espiritual, el equilibrio cuerpo-mente desarrolla una fuerte energía; sin embargo si se utiliza sólo para uno mismo, esto no es el sentido de la Vía que estamos practicando en zazen. La actitud de los que hacen zazen y quieren quedarse en la soledad es peligrosa, esto es un aspecto primordial del budismo Mahayana o ‘Gran Vehículo’. Practicar juntos y armonizarse con la sangha. Nunca se ha dicho que una sangha sea una reunión de seres perfectos. Hay de todo, pero practicando zazen un día tras otro uno puede evolucionar. Las demás personas también nos ayudan a comprendernos. No os quedéis en la cima de la montaña de la soledad.

 

Empujando el agua fangosa del viejo embarcadero.
El verdadero sentido del poema en chino o en japonés es empujando con un bastón muy alto de bambú hasta el viejo embarcadero. Si sólo empujamos el agua fangosa sin darle salida entonces nos atascamos, hay que dejar fluir el agua del espíritu, aceptar los bonnos, ‘las pasiones’; no creer estar por encima de las pasiones por hacer zazen. Hay que practicar la observación, hacerse intimo con uno mismo y dejar pasar.

 

El espíritu de compasión, lo más elevado, penetra los tres mundos.
A veces tengo la imagen del granero de nuestra conciencia donde todos los recuerdos se han guardado. Hay lugares oscuros, otros luminosos, pero el espíritu de compasión es lo más elevado. No hay que guardar los méritos de la practica solo para uno mismo, sino penetrar los tres mundos. A veces los tres mundos se refieren a pasado, presente y futuro, pero aquí se trata del mundo material, el mundo material- espiritual y el mundo únicamente espiritual. Hacer penetrar la compasión en los tres ¿Cómo? En el zen ayudamos a partir de nuestra propia práctica, no son necesarios grandes discursos ni debates. Inconscientemente, naturalmente, automáticamente decía el maestro Deshimaru; tenemos confianza en la dimensión de zazen y lo podemos transmitir, más allá de las palabras, con nuestro comportamiento y la tranquilidad de nuestra mente. Si estamos en paz esto automáticamente influye en nuestros compañeros de vida, si estamos sin miedo —es importante en estos años que vivimos últimamente— zazen es la postura del no miedo, si estamos sin miedo podemos facilitar la vida de quienes nos rodean.

 

Debéis estar satisfechos de ser los barqueros en el mar del sufrimiento.
De nuevo es una alusión al Hannya Shingyo, al mantra final: Gya tei gya tei hara gya tei hara so gya tei bo ji so wa ka. Vamos, vamos juntos hasta la otra orilla, la orilla de la emancipación. Desgracia, felicidad ¿qué es lo que deseamos profundamente en nuestra vida?
Una vez un genio que quería satisfacer los deseos de un negrito, le preguntó:
—¿Qué es lo que quieres? ¿qué te puede dar más satisfacción en tu vida?
El negrito dijo:
—Quiero ser blanco y quiero ver culos.
En ese momento se transformó en una taza de baño.
¿Qué es lo que puede dar más satisfacción en nuestra vida, cuál es nuestro deseo más profundo? ¿Lo podemos alcanzar o es otra ilusión más? ¿Seremos felices una vez que ha sido satisfecho? ¿No tendremos todavía más deseos?
Primer verso del Shodoka: Querido amigo ¿no ves? Esta persona del satori que ha parado de estudiar, es libre y actúa en libertad, no corre más, no busca más realización.

 

Es difícil ayudar con zazen, no es fácil transmitir el espíritu de la Vía, Doshin. Es bastante más fácil guardar todo esto para uno mismo y hablar de generalidades. Estos últimos dos poemas van juntos, sobre abandonar los artificios, de los que estamos llenos. ¿Y cómo transmitir zazen? Me acuerdo que, en los principios del dojo de Madrid la gente me decía: ¿Cómo es posible transmitir algo mushotoku, algo que no tiene meta, que no tiene espíritu de provecho? ¿Cómo podemos decir que zazen es bueno si no nos da provecho?

Porque los méritos de la práctica de la Vía no son los del mundo ordinario. En el mundo ordinario queremos dinero, confort, seguridad, herederos, herencias. En el mundo de zazen lo que queremos es llegar a desnudarnos, simbólicamente… Abandonar nuestras maletas llenas en la puerta del templo y caminar libremente por la Vía.

Aunque una persona haga solamente un zazen, con ese zazen puede empezar la verdadera revolución interior en una vida. Por aquí hay mucha gente que pasa; algunos, pocos, se quedan; otros no encuentran su interés en la práctica, y dicen: volveré, volveré volveré…. continuando en un engaño. Algunos practican un año y luego cambian de pareja, cambian de trabajo, se ponen a estudiar. Revolucionan su vida, pero no es la revolución interior. La revolución interior pide que se abandone su vida ordinaria, la vida condicionada por el karma.

Cuando hacemos zazen podemos estar más allá de los tres mundos, no depender de nuestro vagabundeo. Podemos encontrar nuestra raíz, encontrar nuestra identidad verdadera, dejar al lado el personaje que hemos construido a lo largo de los años y, como dice el maestro Daichi, debemos estar satisfechos de transmitir zazen, la Vía, a los demás, sin esperar nada. ¡Qué gran monje y qué gran maestro! Sin esperar ningún reconocimiento, sin dejar ninguna huella de su paso.