Zazen se ha transmitido desde el Buda Shakyamuni hasta nuestros días. Es la postura del Satori del Buda y desde entonces esta postura se ha transmitido exactamente de maestro a discípulo, es la esencia silenciosa del Soto Zen. Zazen se apoya en la postura del cuerpo, la respiración y la actitud de la mente. En este acto único podemos encontrar la intimidad con nosotros mismos, con la totalidad de nuestra existencia aquí y ahora. Practicamos la concentración en la unidad del cuerpo y de la mente, zazen o Shikantaza, solamente sentarse, solamente la acción de sentarse.
LA POSTURA DEL CUERPO
Para hacer zazen nos sentamos en un zafu, tradicional cojín redondo lleno de miraguano. Las piernas se colocan en posición de loto o de medio loto. Las rodillas empujan el suelo, la cabeza empuja el cielo. El zafu permite poder apoyar bien las rodillas contra el suelo y bascular la pelvis hacia delante, lo que procura un mejor equilibrio al cuerpo. La pelvis se bascula hacia delante a nivel de la quinta vértebra lumbar y a partir de este punto la columna vertebral se endereza con la espalda bien recta y los hombros caen naturalmente. La nuca y la cabeza están rectas, el mentón recogido. Las orejas están en el mismo plano que los hombros y la nariz en el eje del ombligo. La boca está cerrada, la lengua toca el paladar superior y respiramos con la nariz. Los ojos están entreabiertos y la mirada se mantiene puesta en el suelo a un metro delante de sí mismo.
Reunimos las manos contra el vientre a la altura del ombligo, con las palmas hacia arriba, la mano izquierda sobre la mano derecha. Los dos pulgares están en contacto y forman una línea recta. Los antebrazos y los codos no están pegados al cuerpo.
Durante zazen observamos que nuestro cuerpo siga exactamente las normas de la postura y se vuelve centro de atención y de concentración. Cuidamos especialmente de la posición de los pulgares, la mirada -puesta en el suelo, el mentón recogido y poco a poco de todos los aspectos de la postura.
LA RESPIRACIÓN
La respiración es abdominal y se centra sobre todo en la espiración; la inspiración viene naturalmente. Esta respiración de zazen ha influenciado todas las artes marciales orientales porque permite mantener el centro de gravedad del cuerpo en el vientre. En zazen la concentración sobre una espiración profunda tiene múltiples beneficios. Permite una mejor oxigenación de la sangre y de los órganos internos. También alivia los dolores que pueden aparecer sobre todo en el comienzo de la práctica. La respiración se convierte en el lazo de unión entre el cuerpo y la mente, ayudando a dejar pasar los pensamientos.
LA ACTITUD DE LA MENTE
Durante zazen practicamos la observación y la concentración. Observación de la postura, de la respiración y de la actividad mental. Cuando cuerpo y mente son uno, la concentración se establece. La actitud mental correcta es dejar pasar los pensamientos, no aferrarse a ellos. Los pensamientos nos llevan siempre a un tiempo irreal, pasado o futuro. Al principio del zazen los pensamientos que aparecen forman parte de la conciencia superficial de nuestro mundo cotidiano humano. Los dejamos pasar concentrándonos en la postura del cuerpo y la espiración. Vuelven y pasan de nuevo. Otros pensamientos más antiguos llegan pero volvemos siempre aquí y ahora. No se trata de poner la mente en blanco, sino dejar fluir la corriente del espíritu hacia la fuente pura, la fuente de Hannya, la Gran Sabiduría. ¿Cómo reconocerla? Es sin dualidad, sin discriminación. Debemos ir más allá del pensamiento y más allá del no pensamiento. Es la conciencia Hishiryo, iluminando el momento presente.
La conciencia es infinita.
Kin-hin: Caminar con la respiración
Kin-hin es el complemento perfecto para la práctica prolongada de Zazen y se realiza entre sentada y sentada.
Consiste en apoyar el todo el peso del cuerpo sobre el pie que está delante, como si quisiéramos imprimir nuestra huella en el suelo a la vez que estiramos esta pierna bloqueando la rodilla y prolongando este estiramiento a toda la columna vertebral hasta la cima de la cabeza. Todo ello durante el tiempo que dura una exhalación. Como en Zazen, la pelvis está basculada, el mentón recogido, la nuca recta. La mano izquierda encierra el pulgar dentro del puño colocando su raiz en el centro del pecho debajo del esternón; la mano derecha enfrenta y rodea el puño izquierdo. Mientras exhalamos ambas manos se presionan ligeramente la una contra la otra. Los antebrazos están paralelos al suelo rechazando los hombros hacia atrás. La mirada se posa dos o tres metros delante de uno mismo, en el suelo, sin dejar caer la cabeza. La boca cerrada, la lengua contra el paladar. La actitud mental es igual que en Zazen.
Cada vez que espiramos, concentrados nos enraizamos y expandimos con energía tal como un árbol que, nutriéndose desde la profundidad de la tierra, se expande y eleva hacia el cielo. Sólo cuando el último hilo de aire está expulsado dejamos de nuevo que el aire entre en los pulmones, inspirando naturalmente, y aflojando la tensión un momento a la vez que avanzamos el otro pie.
Caminando en silencio, vacíos y dignos, encontramos el equilibrio semejantes a un Rey que avanza con prudencia y determinación. Al terminar kin-hin, cuerpo-mente reconfortado, nos sentamos de nuevo en la postura del Despertar de Buda.