LOS POEMAS DE DAICHI: 55. Suigetsu An — La ermita del agua y de la luna (II)

 

Alzándose olas grandes en el mar de Vairocana.

En la larga noche la luna marina y el viento en los pinos son fríos

Kanjizai ante cada persona

se sienta con cada uno en el monte Fudaraku.

 

 ¿Qué es el mar de Vairocana? Birushanofu, Vairocana en sanscrito, el buda que invocamos cada mañana en el sutra de las comidas. Vairocana es la naturaleza de buda, el primer buda, el buda solar, cósmico. Es todo el cosmos, el océano de la naturaleza de buda, el primero de los antiguos budas. Birushanofu es el buda de la transmisión del Dharma, el que nos reúne a través del tiempo y el espacio.

 

El zazen de esta mañana está distinto del zazen de ayer porque ya habéis empezado a abandonar las coagulaciones, las ansiedades, el egocentrismo poco a poco. Entonces este zazen de hoy está más enérgico. La energía de zazen no es solamente una energía individual, es conectar con la energía cósmica, más allá de las coagulaciones de nuestra mente que nos encierran a menudo en moldes pequeños.

Yo encuentro que los veganos hacen muchas categorías. Pero cuando digo que los veganos hacen muchas categorías yo misma hago categorías. El mundo de las categorías es infinito, el mundo del yo es infinito. Infinito en encarcelamiento, infinito en falta de libertad. Infinito en miedos, ansiedades, apegos. El llamado “yo” es algo minúsculo, patético.

Así que hoy se ha reducido un poco el yo. O no es que se haya reducido sino que ha cambiado de posición. Es importante saber cambiar de posición y abandonar el personaje. Seguir el poder cósmico fundamental, encontrarlo inconscientemente, naturalmente, automáticamente. Con zazen es posible. Con zabutsu, con el buda sentado, no con el hombre ordinario sentado.

El mar es una metáfora del gran océano de la naturaleza de buda, la inmensidad sin fin en perpetuo cambio. Lo podemos considerar pero no lo podemos imaginar. El maestro Deshimaru en sus comentarios lo acerca a la conciencia hishiryo. Habla mucho de hishiryo, más allá de pensar. Estos kusen se hicieron durante un campo de verano en Bressuire, me acuerdo muy bien. Era la primera vez que estaba permanente durante un mes de zazen, tenía mucho miedo. Hacíamos mucho zazen porque al lado del lugar que habíamos alquilado había una carretera nacional y pasaban camiones continuamente. Entonces en este campo estuvimos casi en sesshin cada día, con los poemas de Daichi.

En aquella época todavía no teníamos la suerte, la oportunidad de tener un templo con un dojo tranquilo. (Vosotros) tenéis mucha suerte de poder venir a practicar a Shorinji, aunque a veces las condiciones sean difíciles, por ejemplo esta mañana el agua estaba helada. Pero tenemos un dojo maravilloso hecho para zazen, tenemos la montaña que nos llama a la simplicidad. Tenemos poco dinero, construimos sencillo; templos, no palacios.

 

La luna brilla sobre el mar, el viento sopla en los pinos durante una larga noche. El maestro Deshimaru nos dice: Durante el largo viaje de nuestra vida, que no es ni buena ni mala, a veces estamos hundidos en la noche oscura, sin satori, en la tristeza. Algunos se dicen felices, pero no es realmente felicidad; es una noche oscura si no tenemos el satori, si no vivimos en una dimensión elevada. Enfrascados en la vida material no podemos entender la vida espiritual; es la larga noche, la tristeza, el miedo, la desgracia. Pero si hacemos zazen, si alcanzamos el despertar, podemos encontrar la verdadera felicidad. Si uno se despierta verdaderamente, si uno entiende la vida, si la encuentra, puede descubrir la verdadera felicidad en el seno de la vida cotidiana. Incluso si el viento en los pinos es frío a lo largo de esta larga noche.

El frío, el calor, la falta de confort pueden ser una ayuda para acabar con el egoísmo. Hay en nuestro mundo muchas más dificultades y sufrimientos que esta pequeña falta de confort que tenemos aquí. Debemos darnos la vuelta ciento ochenta grados, hacer la revolución interior.

Hay mucha desgracia en el mundo. El bodhisattva –el monje zen– es capaz de vivir esta misma desgracia y no dejarse atrapar, sino ser como Kanjizai (Kannon), libremente comprender, ver la desgracia de los demás. Porque Kanjizai observa el estado del espíritu de cada uno. Una observación libre, profunda, a lo largo de esta larga noche. La compasión de Kanjizai va siempre acompañada de sabiduría, como las dos alas de un pájaro. La sabiduría de lo indiferenciado. «Me duele un poco la rodilla» No me muevo, abandono mi cuerpo, abandono la mente que quiere que me mueva, abandono mi ego, abandono el egoísmo, el egocentrismo. Entro en el océano de Vairocana, cambio de dimensión.

Así Kannon está siempre a nuestro lado de algún modo durante zazen. A nuestro lado en nuestro esfuerzo de practicar la Vía. Cuando hacemos zazen podemos realizar Kanjizai, el bodhisattva de la verdadera libertad. Si estamos atados al mundo material, emocional, especulativo, no podemos tener la libertad del pájaro, no podemos empezar a volar. Con la sabiduría en un ala y en la otra la compasión. Si estamos atados no podemos volar. Si estamos atados no podemos abandonar nuestras categorías sobre lo que está bien, lo que está mal; no podemos encontrar la libertad de Kanjizai.

Y este Bodhisattva se sienta con cada uno en el monte Fudaraku –Potalaka en sánscrito– situado al sur de la India, el país natal de Kannon, Avalokitesvara. Cada bodhisattva tiene una historia. Avalokitesvara, Kannon o Kanjizai, a veces es un hombre, otras veces una mujer, pero no idéntica a la Virgen María.