LOS POEMAS DE DAICHI: 56. Rogetsu an – La ermita de las cañas y de la luna

 

Entonces todavía aquí y ahora. Al final de una sesshin es muy fácil que vengan los pensamientos de la consciencia personal. Después el trabajo, las relaciones, la vida familiar…, pero todavía no estamos en el después. Estamos en el último zazen de la sesshin. En zabutsu, buda sentado.

 

Sentado solo durante largos años en la hierba de Kangan,

Es difícil cambiar el mérito a un solo color.

La gruesa ballena ha tragado el agua del mar la noche pasada,

La luna clara brilla redonda sobre los arrecifes de coral.

 

Kangan, la roca fría, es el nombre del maestro zen Kangan Zenji, un discípulo de Dogen. De él recibió Daichi la ordenación de monje. Viajaba a menudo a China, y en Japón construyó dos templos en la isla de Kyushu.

Kangan era hijo de un príncipe, lo cual no le impidió practicar mucho zazen sobre la hierba o las rocas; era como una roca fría, no necesitaba estufa a su lado. En el poema no sabemos muy bien si es Daichi el que está sentado, siguiendo la tradición de Kangan —la tradición de zazen— o si es una imagen del mismo maestro Kangan que practicaba zazen en soledad.

El segundo verso es complejo, dice: Es difícil cambiar el mérito a un solo color. Un solo color que incluye todos los colores, una acción que incluye todas las acciones. La substancia de ku, la substancia de un mérito en este preciso instante, sin necesidad de buscar una meta o una recompensa.

Un solo color también significa una vía única. Hablábamos de esto antes de zazen. En nuestros tiempos actuales parece haber muchas oportunidades de práctica, con varias escuelas budistas e incluso taoísmo también. Cada práctica nos da méritos, nos transforma, pero es difícil elegir una sola y tener una determinación fuerte con ella, no tener dudas. Claro que aquí Daichi habla de la práctica del Zen Soto. También ahora parece haber muchos maestros. Tuve la suerte de empezar a practicar en una época en que había un único maestro zen, un único buda. Pero también entonces había otras corrientes: estaban los tibetanos, que daban una enseñanza un poco distinta de la de ahora, había meditación transcendental con varios gurus venidos de la India, pero —vamos a hablar de zazen porque es lo que conozco— una vez que zazen te ha tocado, te ha hablado directamente, no es necesario buscar, comparar, considerar, dudar. Hay un único color en la práctica. Es el mérito en este instante preciso. No hay que perder el tiempo.

 

El maestro Wanshi dice en el Zazenshin: Cuando volvemos al estado que es anterior de lenguaje, debemos partir de nuevo. El lenguaje es shiki; llegar al estado sin lenguaje, sin pensamiento es ku. Shiki soku ze ku. Luego volvemos a nuestra vida ordinaria, material, familiar, y empezamos a hablar: Ku soku ze shiki. Después de nuevo zazen, ku, y después de nuevo los fenómenos, shiki. El estado de no-nóumeno, o no-substancia, influye en la existencia ordinaria. Ku no está verdaderamente influenciado por los fenómenos porque abarca todo, sin discriminar, y es esta totalidad no-discriminante la que puede influir en los fenómenos de nuestra vida cotidiana. Así practicamos la vía inconscientemente, naturalmente, automáticamente, sin presión.

 Esta noche la ballena gorda ha tragado todo el agua del mar. El mar de samsara, de las pasiones, de las metas, del ego un poco perdido. La ballena ha tragado todo. Entonces se descubren los arrecifes de coral que brillan bajo la luz de la luna redonda. Todo está luminoso.