Bodhidharma

Una transmisión especial fuera de las escrituras

No fundada en letras y palabras;

A través de apuntar directamente a la mente

Permite vislumbrar la verdadera naturaleza y obtener el Despertar del Buda.

Bodhidharma fue el último patriarca indio, que introdujo la práctica del Zen en China alrededor del año 520 D.C. Los textos budistas y el budismo en general ya estaban muy extendidos allí, pero su gran popularidad no siempre se debía a razones estrictamente espirituales. El mérito de Bodhidharma es haber aportado un nuevo vigor con una práctica budista no basada en realizar esfuerzos sobrehumanos y el conocimiento teórico de las escrituras, sino en la posibilidad de alcanzar la iluminación en la más estricta vida cotidiana. Aunque encontró muy pocos discípulos, con él se inició con él una época de cambio en la enseñanza budista, de fusión entre el dhyana búdico de la India, el taoísmo chino y el recurso a métodos poco convencionales.

Aproximarse a su biografía no es tarea fácil: como en otros casos en que la realidad histórica y la leyenda están mezclados, los expertos -asiáticos y occidentales- que la han investigado han llegado a la conclusión de que hacer una reconstrucción definitiva de la vida de Bodhidharma es una tarea imposible. No obstante, hay algunos hechos suficientemente documentados a través de distintas fuentes: era un príncipe brahmán del sur de la India, de piel oscura, ferviente de la Vía del Mahayana, que cambió sus blancas ropas de laico por el atuendo negro de monje y que, contemplando el lamentable declive de las enseñanzas auténticas en el exterior, se embarcó en un magno viaje a través de lejanos mares y montañas para propagar la enseñanza por la China medieval.

Recién llegado al Sur de China, el Emperador Wu (502-549), budista erudito y entusiasta, le invitó a una audiencia en el palacio real, para preguntarle: He construido templos, hecho copiar escrituras sagradas, convencido a muchos monjes y monjas para que se ordenen ¿qué méritos he adquirido con esta conducta? Esperaba adulación y reconocimiento por sus virtudes, y quizá la promesa de una recompensa celestial, pero sin embargo su huésped contestó: «Ninguno». El Emperador, que conocía las doctrinas ortodoxas de las escuelas budistas, no entendía la respuesta. ¿Por qué no? Debió pensar ¿con qué autoridad declara que todo esto es fútil y sin mérito, en qué texto sagrado justifica esa respuesta? Y le preguntó ¿Cuál es el primer principio, la sagrada verdad? La respuesta que halló: Nada sagrado. Quizá se preguntó ¿Cómo que nada sagrado? ¿Es que no hay hombres santos, verdades sagradas, vías sagradas descritas en los textos? Si ni siquiera él es uno de los hombres santos, entonces ¿quién está delante de mí? No lo sé, Majestad. La confusión del Emperador era total.

Esta famosa conversación no produjo una impresión favorable en la corte, y Bodhidharma decidió viajar al templo Shaolin, que pronto abandonó (o fue rechazado) y acabó viviendo en una cueva de la zona, donde se dice que se sentó cara a la pared durante nueve años sin hablar una palabra.

En un texto atribuido al propio Bodhidharma, «mirar la pared» se describe así: «Aquellos que se alejan de la ilusión y van hacia la realidad, que meditan frente a la pared la ausencia de yo y el otro, la igualdad entre el hombre común y el sabio, y se mantienen inalterables incluso ante las escrituras, se encuentran en completa y silenciosa unidad con la razón».

En China, a pesar de todo, existían practicantes sinceros, incluso antes de Bodhidharma. Un día llegó a su cueva un culto individuo por nombre Huike (Eno) que buscaba una solución definitiva a su problema existencial pero el Confucianismo no se la aportaba. Por su parte Bodhidharma, aunque deseaba encontrar algún verdadero discípulo, se mostraba cauto con las visitas de curiosos, por lo que, dudando de la seriedad del visitante, no le permitió entrar. Eno permaneció de pie en el mismo sitio durante siete días y siete noches en medio de la nieve. Finalmente se cortó un brazo y se lo enseñó al inflexible maestro como prueba de que estaba dispuesto a seguirlo aún a riesgo de su vida. Bodhidharma le aceptó e instruyó y finalmente lo convirtió en su sucesor.

El método de enseñanza del Patriarca era muy particular y diferente a lo que se conocía. Lejos de dar explicaciones a los discípulos, les ayudaba en su práctica del Despertar planteándoles abruptamente enigmas o dilemas. Maestro, (Eno habla) no tengo calma en mi mente. Puedo pedirle, por favor, que la pacifique?

-¡Trae y muéstrame esa mente que tantos problemas te da! ¡Aquí mismo la calmaré!

-Es imposible, no puedo localizarla y enseñársela.

-Entonces, ya te la he pacificado.

En ese momento, Eno despertó.

Esta forma de enseñanza fue el estándar de todos los patriarcas Zen después de Bodhidharma y una de las características principales de esta escuela. «Tal y como hicieron otros maestros, indudablemente instruyó a sus discípulos en disciplina, meditación y doctrina budista, pero utilizó la espada que Prajnatara (su maestro) le había dado para cortar sus mentes, libres de reglas, trances y escrituras».

The Religion of the Samurai, by Kaiten Nukariya, [1913],

Enseñanzas Zen de Bodhidharma, traducidas y comentadas por Red Pine, Ed. Kairós (1995)