LOS POEMAS DE DAICHI: 67. Dedicado al maestro Keizan (II)
Pensar o no pensar durante zazen. Los pensamientos fluyen durante zazen, pero creo que cuando uno desarrolla su práctica, lo importante es descubrir el no pensar. Entonces no es solo el pensar lo que llena nuestra vida. Si alumbramos solo un lado el otro queda oscuro, tapado. En el zen hay existencia y no existencia, la dimensión del no es igual a la del sí. En nuestra vida cargada de fenómenos es importante tener la experiencia del otro lado, de pensar y de no pensar, esto es lo que podemos descubrir en zazen. Más allá del pensamiento, más allá del no pensamiento.
El Kesa transmitido desde el sexto Patriarca Eno ha llegado al monje salvaje,
Después durante mil años desde Reizan hasta el sur del monte Sokei se ha preservado la huella de sus pasos.
Majando arroz a lo largo de los días su intención ha madurado.
Espero perpetuar la luz infinita en la habitación de los maestros de la transmisión.
De nuevo un poema sobre la transmisión del Dharma. El monte Reizan es el lugar de la primera transmisión del Dharma por Sakyamuni Buda. Luego siguieron los veintiocho Patriarcas indios y los seis patriarcas chinos: Bodhidharma, Eka, Sosan, Doshin, Konin y finalmente, en el monte Sokei, Daikan Eno.
La huella de los pasos se ha preservado es la transmisión del Dharma, la huella de los pasos del Buda. Durante los cinco siglos posteriores al Buda no se le representaba en figura, sino con la huella de sus pies marcados con una rueda del Dharma. Otras veces con la rueda del Dharma o el árbol de la Bodhi.
Daikan Eno fue el sexto patriarca chino que enseñaba en el monte Sokei. Cuando llegó al templo del maestro Konin era un leñador analfabeto, alguien considerado muy mediocre entre los monjes de la sangha. Sin embargo, Eno había penetrado la verdad, había obtenido el satori al escuchar la frase del Sutra del Diamante: Cuando la mente no permanece en ningún lugar el verdadero espíritu aparece. Quería recibir la enseñanza del maestro Konin pero no estaba al mismo nivel material e intelectual de los demás monjes. Tuvo entonces que quedarse en la cocina a blanquear el arroz con un mortero –ese era su samu– y no podía entrar en el dojo con los otros monjes.
Un día el maestro Konin decidió transmitir el Dharma a uno de sus discípulos. Para decidir a cuál, les pidió que escribieran en un poema una muestra de su realización del Dharma. Un monje llamado Jinshu, jefe de los monjes de la sangha, muy exacto y respetado por los demás, escribió en una pared su poema:
El cuerpo es el árbol de la Bodhi,
La mente es como el soporte de un espejo brillante
que hay que estar limpiando siempre
para que no se acumule el polvo.
Todos los monjes de la sangha estaban impresionados con el poema. Había mucho ruido en el monasterio. Eno pidió a un monje que le llevara a donde estaba el verso, ya que él no había estado en esa parte del templo, y que por favor se lo leyera, ya que él no sabía leer. Cuando lo oyó, dijo: Yo también tengo un verso ¿puede escribirlo por mí? El monje que le acompañaba dijo:
– Pero si tú no conoces el zen, pasas todo tu tiempo en la cocina.
– No, siempre hago zazen allí, no debe tomar a la ligera a los principiantes. Los más bajos entre los bajos pueden tener la máxima sabiduría y los de mayor rango pueden carecer de ella. Escriba por favor:
Fundamentalmente la Bodhi es sin árbol
El espejo brillante también es sin soporte
Fundamentalmente no hay ni una sola cosa
¿Dónde podría depositarse el polvo?
Cuando leyeron el poema todos estaban sorprendidos.
–¿Quién ha escrito esto?
–El chico de la cocina que limpia el arroz.
Había mucha agitación. Por prudencia, el maestro Konin lo borró con su sandalia diciendo que su autor no conocía la verdadera naturaleza, y todos asintieron. Al día siguiente se dirigió secretamente a la cocina donde Eno estaba moliendo el arroz, y le dijo:
–Quien busca la Vía olvida su cuerpo en nombre del Dharma. ¿Está el arroz maduro?
–El arroz hace tiempo que está maduro. Solo falta cernerlo.
El maestro dio tres golpes con su bastón en la mesa de la cocina y se fue. Eno entendió que debía ir a su habitación a la tercera hora de la noche, que para los chinos es la medianoche. Cuando llegó el momento, Eno entró en la habitación del maestro, hizo sampai y Konin le entregó sus ketsumyaku, sus boles y su kesa.
Majando el arroz día tras día la cosecha ha madurado.