Por la puerta del misionero, la escuela absoluta tradicional debe estar certificada,
Pero el cielo y la tierra, el norte y el sur, todo el país está lleno de odio y animosidad.
¿Quién puede saber lo que pasa cuando el padre y el hijo se encuentran?
Frente al viejo espejo no se necesita luz.

 

Muy a menudo Daichi acaba sus poemas con un koan.
Daichi no recibió el Shiho formal de su maestro, Keizan, sino que fue certificado por un antiguo discípulo de éste, Meiho Sotetsu. Este poema trata del encuentro íntimo con el maestro Keizan. A mí me pasó igual, mi maestro íntimo, mi maestro del satori es Taisen Deshimaru, pero recibí la transmisión de su discípulo Kosen Thibaut. No obstante Taisen Deshimaru fue y es mi maestro eterno.
Keizan era el maestro eterno de Daichi. Cuando padre e hijo se encuentran, cuando en una sangha esta relación se produce, el maestro se vuelve el nuevo padre y el discípulo el nuevo hijo. Así fue entre yo y M el verano pasado; es mi hijo espiritual.

Es un poema un poco deprimido, reflejo de la época difícil en que vivía el maestro Daichi. Eran años políticamente muy difíciles en Japón, el país entero estaba convulsionado, lleno de odio y animosidad. Las dificultades, más que los combatientes, las tenía la gente del pueblo, que no podía cultivar la tierra. Guerras civiles que siembran la pobreza, la incertidumbre y la muerte.

En aquella época, el general Ashikaga y el Emperador (el shogunato o regencia militar que lo apoyaba) se enfrentaron. Había dos gobiernos, y finalmente fue el clan Ashikaga o Muromachi quien tomó el poder y gobernó el Japón junto con los jefes samurais (daimyo o jefes de milicias profesionales con autoridad civil). Esa fue la época del maestro Daichi, principios del siglo XIV, reinando, sólo nominalmente, el emperador Go-Daigo.
El maestro Daichi recibía la protección del samurái Kikushi, a quien se refirió en varios poemas. Cuando Kikushi murió combatiendo en la guerra, Daichi hubo de refugiarse en el templo Daio-Ji en Kagawa, allí fue donde recibió la transmisión de Meiho Sotetsu. Para Daichi también era una época difícil personalmente porque los monjes del templo tenían celos de él –el segundo verso tiene un doble sentido.

 

El poema empieza: “Por la puerta del misionero…” A mí la palabra misionero me hace pensar en el misionero blanco con las tribus africanas. Pero también, cuando el zen se expande, cuando un maestro empieza a enseñar, ahí empieza su misión. Llevar adelante la misión significa dar conferencias, abrir un dojo, organizar jornadas de zazen, hacer sesshin, animar a los estudiantes a que vayan más allá de sus límites.
La escuela tradicional ¿Qué es? ¿Cuál es el linaje autentico? ¿El zen Soto, el Rinzai, la escuela Obaku, Nichiren, Shinran, el animismo, el catolicismo…?
La certificación es importante. No se trata de ser un profesor del zen, sino de transmitir, en la medida de nuestras posibilidades, por el bien de la humanidad. Hoy estaba pensando en P, me escribe y dice que quiere verme, que echa de menos Shorin-ji, pero cuando se acerca a la Vera al final no viene aquí. Hoy he entendido su problema, ha seguido muchas prácticas: yoga, vipassana, zen y muchas otras, está lleno y lo que le falta es lo principal, la mente del principiante. A la gente no le gusta ser principiantes, rápidamente quieren ser algo, un título. Pero en la práctica del zen el espíritu del principiante es tenido en alta estima. Es la mente que nos deja ver la cosas como si fueran nuevas en ese instante, es decir sin conocimiento preestablecido. La mente que es libre para recibir.
Un maestro dijo: “Cuando todavía estamos en la periferia de la Vía, es muy fácil engañarnos, es muy fácil crear categorías y perder ese espíritu del principiante, fresco, nuevo, sorprendido”.

El Ketsumiaku es muy importante, sin él hay mezcla y equivocación. Siempre queremos ser más pero lo que hay que querer es ser sin. Poco a poco es importante integrar la enseñanza, el Dharma, gota a gota.
Daichi, cuando regresó de su viaje a China durante esta época de disturbios en su país, fue a visitar a su maestro y éste le pregunto: ¿Has alcanzado el satori? A veces se habla del satori como una iluminación –¡todo está luminoso!. Por mi parte pienso que es un momento en que la sabiduría de la no dualidad cava un agujero en mi cerebro, todo está en unidad, no-dos.
El maestro Dogen dice en el Genjo Koan: (…) Las huellas del satori desaparecido quedan por un tiempo largo, muy largo…. El satori no es un diploma. Hay una certificación I shin den shin entre maestro y discípulo, si falta éste no es auténtico. La palabra iluminación no significa nada, es un término cristiano que se ha usado en las traducciones. ¿La iluminación dónde está? Sobre todo en nuestra imaginación.

El maestro preguntó a Daichi a su regreso de China:
—¿Has alcanzado el satori? ¿Quién te ha certificado?
Daichi contestó:
—Puede que lo haya obtenido, pero la certificación por el linaje es necesaria.
—Si te das cuenta de eso estás certificado.
Pero Keizan no le transmitió el Dharma, lo hizo Meiho Sotetsu. Y finalmente nadie ha podido entender el encuentro entre el padre y el hijo.
Igual que en el poema 57, aquí aparecen otra vez los Go I. Sho el padre, el maestro, hen el hijo. Sho el viejo espejo, hen la luz. Sho es idéntico a ku y hen a shiki. El hijo y la luz son shiki, el maestro es ku.

 

Frente al viejo espejo si no hay luz no hay imagen. Entonces, si no hay reflejo ¿cómo ver el verdadero rostro? En el Hokyo Zanmai se describen las relaciones entre la imagen y el espejo: La forma y el reflejo se miran. Tú no eres el reflejo, pero el reflejo eres tú. Es la esencia de la conciencia en zazen. La relación entre el orden cósmico y nuestra conciencia personal. El reflejo del viejo espejo es ku, sin noúmeno, sin sustancia propia, el viejo espejo no necesita luz.