Normalmente el maestro Daichi utiliza siete ideogramas en cada verso, pero en este poema usa solo cinco. Pero claro, a nosotros los occidentales nos resulta difícil comprender su estilo literario y lo difícil que es traducirlo; no se puede imitar.

 

La invitación es igual para el sabio o para el hombre ordinario.

Satisfecha por la comida la nariz canta.

Ahora que el creciente de luna se levanta por encima del mar

¿Cuantos miembros de las familias suben a la torre?

 

Mu es como el mu de mushotoku: nada, no; muro significa no-bonno, no deseo, no ambición, no provecho, no meta. Al principio, claro, somos personas ordinarias, no sabemos nada del Dharma de Buda pero tenemos una intuición que nos empuja a practicarlo. Sí, pero si existe una meta, si hay una ambición de llegar a algo, no es el verdadero Zen del que habla el maestro Daichi. 

Muro significa: No agujeros en la mente. Si no hay agujeros entonces no hay goteras. Invitados igual si somos sabios u hombres ordinarios. El contacto es idéntico para uno y otro, el joven o la persona mayor; es la misma invitación para sobrepasar los apegos.

El maestro Obaku decía: Para realizar la verdadera naturaleza, no estar dependiente de nada durante las 12 horas del día, practicar por la práctica. En nuestra vida ordinaria hay muchas ocasiones en que si hacemos algo es para algo, esto no es muro.

Satisfecho con la comida, la nariz canta, la comida la ingerimos por la boca y la nariz canta, los sentidos están en armonía. Para comentar este verso, el maestro Deshimaru toma el ejemplo de Hyakujo, el maestro zen chino que inició la vida monástica y autor del dicho famoso de un día sin samu, un día sin comer. El siglo VIII en China era una época difícil para los budistas. Según la fe que tuviera el emperador, el culto oficial era el budismo o el taoísmo. En la época de Hyakujo la corte no era budista y el budismo no era oficial. Los monjes intentaban huir de la sociedad y marchaban a los monasterios para practicar —y para comer. Tuvo que establecer entonces las primeras reglas para la vida en los monasterios, cómo vivir juntos. Mucha gente buscaba la protección de los monasterios pero algunos no buscaban el refugio de la práctica sino un lugar para saciar su hambre, y entonces la práctica del samu adquirió mucha relevancia, porque para cubrir la necesidad natural de comer había que cultivar la tierra. Los tiempos de los monjes con la nariz en los sutras ya no eran estos. 

 

Cuando hacéis samu intentad mantener la actitud del espíritu, del cuerpo y la respiración igual que en zazen. La repetición es importante. Al actuar con nuestro cuerpo ¿nuestra mente está presente o está en el run-run de los pensamientos? Repetimos la misma acción y en esos momentos somos solamente la acción, como en zazen. 

Al principio es difícil, pero es importante repetir, estar íntimos con zazen, estar íntimos con la acción. Sin complicaciones, solo actuar en el triple mundo. Observar el cuerpo en la acción: cómo nos movemos, en qué pierna tomamos apoyo, como actúan nuestras manos. 

Cuando comemos la guenmai en el dojo es igual; cada uno va a buscar su cuenco, los abrimos y prestamos atención a cómo manejamos el cuenco con las manos. Durante la comida se dice que hay que estar atento a la acción de las dos manos: cuando se levanta el cuenco se hace a partir del abdomen, subiéndolo hasta el nivel de los hombros, con los dos últimos dedos de la mano doblados. Servir es muy fácil porque tenemos un cucharón grande: entonces un cucharón, un cuenco, gasho. Repetimos la misma acción y poco a poco nos hacemos íntimos con el cuenco, la comida, las manos. Finalmente lo importante no es tanto la comida como la acción misma de comer. 

Cuando caminamos podemos ser íntimos con nuestros pasos, íntimos con la rectitud de nuestra espalda, con el silencio que no tiene meta, que no está despistado por las metas exteriores, total unidad.

 

¿Qué miembros de las familias van a subir a la torre y ver el croissant de la luna sobre el mar? De nuevo Daichi está un poco deprimido. ¿Quién está realmente muro, más allá de la ambición, de las metas personales, más allá del mundo ordinario? ¿Quién va a abandonar las posesiones del ego? ¿Quién va a subir a la torre? ¿Quién va a tener la visión inmediata de la luna sobre el mar— sin añadir nada?

Muro, no-bono, no-pasión, no-ambición. Entonces en sus comentarios el maestro Deshimaru apunta a la práctica del samu como Hyakujo lo enseñó. Dice: Si no practicamos con el cuerpo no entendemos lo que es el verdadero mushotoku, sin meta, sin espíritu de provecho. Una vez hecho el samu podemos comer muro; inconscientemente, naturalmente, automáticamente. Tal es el sentido del poema. 

¿Qué debemos hacer cada día? Es muy importante concentrarnos aquí y ahora. Cuando uno tiene una responsabilidad no es un título o un grado, es un medio de práctica de la enseñanza que es ofrecido a esa persona; no una posición de valor para que sea igual que en la vida ordinaria sino para desarrollar la enseñanza del Dharma en su práctica, en su vida, en sus acciones. Ese es el verdadero sentido de la responsabilidad.

Cuando comemos, solo comemos, cuando vamos al aseo solo vamos al aseo. Sin bono, sin provecho, solamente en la acción, como en zazen, solamente sentados, shikantaza. Cierto que en vuestra vida si procuráis conseguir algo —más trabajo, más dinero— no es muro, hay un objetivo, una meta. Pero en la vida zen es distinto.

Cuando el croissant de luna aparece sobre el mar, cuando los discípulos reciben la invitación a muro ¿cuántos de ellos suben a la torre y contemplan la luna con su luz, el verdadero mushotoku, el verdadero satori? Hay muy pocos.