LOS POEMAS DE DAICHI: 46. Dai Tetsu Do – La gran sala del satori

La naturaleza nos ayuda con nuestras imágenes mentales, nuestros pensamientos. Nos enseña la rectitud, como la rectitud del pino, frente a las complicaciones, el enredo de las glicinas. La naturaleza nos enseña la amplitud, como el cielo y la tierra. Así que nosotros que vivimos en medio de la naturaleza, cuando la mente se vuelve pesada, complicada, seductora, podemos girarnos hacia la naturaleza que nos rodea y alinearnos con la rectitud del pino. El pino es el símbolo del Soto Zen. En la pieza soto, situada en la parte trasera del rakusu, está grabada una estilización de una aguja de pino. Para Daichi, el viento sobre sus agujas lo transforma en dragón o naga, el protector de los sutras.

En la práctica del Zen aunque estemos inmóviles aprendemos a cambiar de posición. De posición mental. A veces somos patéticos, estamos llorando sobre nosotros mismos, con el ojo de la sabiduría cerrado al mundo exterior. A veces somos como demonios de ira, de celos. Sin embargo las formas de la naturaleza no tienen este carácter. Podemos alinearnos con ellas y liberarnos; liberarnos de los viejos harapos que tanto nos gustan, nuestro pequeño tesoro que muy a menudo nos daña. Su posesión daña nuestra realización de la Vía.

 

Las cadenas de oro complicadas arrastran los sufrimientos y la duda.

Si se han derribado es muy fácil para nosotros ir con los brazos colgando sin ningún miedo.

Desde que entráis, empezad a mirar la tabla.

Nadie la puede mirar con los ojos de la ignorancia.

 

Dai Tetsu Do, La gran sala del satori. Dai es grande; Tetsu significa final, perfecto, penetrante, satori; Do es sala, santuario, como el dojo. Este poema fue escrito en Kamakura, en el templo de Kensho-ji. El maestro Daichi ingresó en él a la edad de 18 años, acompañado del maestro Nanpo, y habitó allí durante un año. Este templo también era conocido como Dai Tetsu Do, la gran sala del satori, la sala final, perfecta, acabada.

¿Qué son las cadenas de oro complicadas? Tenemos muchas cadenas que nos atan a nuestro karma, pero aquí las cadenas de oro se refieren a un karma que depende de la idea del satori, practicar con la meta de atrapar algo. Se quiere atrapar la liberación y entonces esa meta se vuelve cadena, atadura. En zazen con la actitud mental del pino, de la montaña, podéis ver poco a poco vuestras ataduras y podéis desatarlas, son ilusión, sueño, vacuidad. Aunque sean de oro las cadenas complicadas arrastran sufrimientos y duda, dualidad, discriminación.

Siempre estamos practicando sobre un camino muy delicado y necesitamos años de práctica para empezar a separarnos de la dualidad. Si esto está derribado es como si las cadenas de oro formasen una pared alrededor de nosotros, hay que derrumbar esta pared. Hacer zazen es difícil porque tenemos que poner toda nuestra atención en la práctica. Kodo Sawaki decía: Zazen es dañarse uno mismo. 

Y una vez que la pared, la torre, está derrumbada, es muy fácil ir con los brazos colgando sin ningún miedo. Porque querer atrapar nos genera miedos, miedo de que el ego no esté satisfecho y miedo de perder lo que hemos atrapado; las cadenas complicadas de la posesión del karma están todavía presentes.

 

Cuando hablo de ser como el pino en zazen, no hablo de pensar en un pino, sino de considerar globalmente la naturaleza que está alrededor de nosotros. Ahora es invierno y aunque los robles han perdido sus hojas, son los señores del bosque: grandes, superiores, tocando el cielo. Es una consciencia del entorno, una impresión que participa en el zazen, inconscientemente, naturalmente, automáticamente. Tenida en consideración sin pensar: ¡Oh, qué bonito! ¡Oh, qué magnifico! ¡Oh, que patético! Sólo presencia en el lugar mismo, en el instante mismo.

Cuando observamos el cuerpo, la observación de zazen no es una observación de mi yo, mi cuerpo, mi mente. En zazen no hay un yo. Después de zazen sí, antes de zazen sí, pero en zazen el yo se desvanece. Cuando observamos el cuerpo, es una observación objetiva, solo basta seguir las pautas de zazen: ojos horizontales, nariz vertical. Cuando el cuerpo está totalmente integrado en el zazen, cuando el cuerpo se hace totalmente zazen, no hay dolor, no hay separación, más allá de pensar, de no-pensar, solo estamos sentados, shikantaza.

En el Shobogenzo Dogen nunca habla de buena postura o de mala postura, solo da las instrucciones de cómo sentarse. Luego el cuerpo cambia, la mente cambia, el mundo cambia, los fenómenos cambian. Solo sentarse entre la tierra y el cielo, en la unión del mundo material y el mundo espiritual. Pero no es yo, es más allá del yo.

 

Las cadenas de oro complicadas es practicar zazen para algo, querer conseguir algo que imaginamos y esto no es el propósito de zazen. El propósito de zazen es volver a la condición normal del cuerpo y de la mente. A esta condición normal podemos llamarla a veces satori, a veces condición normal, a veces vida, a veces verdadero rostro. Cuando estos obstáculos se han desmoronado, entonces podemos caminar libres, sin ningún miedo, sin ninguna esperanza sobre un algo excepcional, sino encontrando directamente lo excepcional, lo mágico de la vida. Realizar aunque no lo sepamos, realizar que estamos vivos totalmente.

Desde que entráis, empezad a mirar la tabla. La tabla está caligrafiada con la palabra zazen. En los templos, en los dojos, cuando no hay zazen se le da la vuelta, y cuando hay zazen no se puede entrar, hay solo zazen.

Aquí realmente no es necesario porque hay muy poca gente del exterior que quiera entrar al dojo y sentarse. En cambio, cuando estuve en México el año pasado, el lugar donde hicimos la sesshin era una ermita de San Francisco y las fechas eran las festividades de la Virgen de Guadalupe, protectora del país, por lo que había mucha gente que subía a la ermita a rezar. Así que hice la tabla Zazen para que no se entrara en el santuario cuando estábamos practicando zazen.

El Maestro Deshimaru dice en sus comentarios: Cada uno mira estas tablas naturalmente, automáticamente, inconscientemente. La inscripción caligrafiada es de gran eficacia, la mirada se purifica, el karma se acaba. Si la vemos directamente, naturalmente, más allá de los pensamientos, la fuerza de una caligrafía es como un puñetazo. 

La concentración de zazen continúa.