El sombrero de bambú contra la lluvia y el vestido de paja 

pacifican y protegen la mente del viajero.

Entre el río y el lago ¿cuantas veces han ido y han vuelto?

Ha acabado de cortar la caña de bambú y ha plantado otras.

Con la intención de pescar un dragón feroz, hace bajar el gancho.

 

Los dos primeros versos se refieren a los monjes que viajaban entre los distintos monasterios donde enseñaban maestros zen. Los monjes les hacían preguntas sobre la Vía y se quedaban en el templo si las circunstancias eran buenas. Este peregrinaje de los monjes se conoce como Henzan, explorar profundamente.

Durante la época que ahora se conoce como la edad de oro del Zen abundaban estos monjes viajeros, llamados unsui. Muchos iban y venían entre el maestro Baso, al oeste del río y el maestro Sekito, al sur del lago.

El maestro Eno tuvo entre sus discípulos dos eminentes sucesores, Seigen y Nangaku. De algún modo con ellos se iniciaron las dos escuelas principales del Zen, Soto y Rinzai, que aún hoy perduran. Por un lado Eno, Seigen, Sekito, Yakusan, Ungan y Tozan –con este último la escuela Soto adquirió su sabor único. De otro lado Eno, Nangaku, Baso, Hyakujo, Obaku, Rinzai. Claro que en aquella época (siglos VII a IX) no había todavía una distinción entre Soto y Rinzai ni debemos tener una visión lineal porque coexistían con muchos otros maestros y discípulos. No obstante las dos ramas Rinzai y Soto siguen de actualidad más de 1200 años después de las idas y vueltas de los unsui.

En los templos zen los monjes a veces llaman a las sesshin con el nombre de kogoe. Es algo que sólo ellos entienden y significa río y lago.

En este poema Daichi se inspira en la historia de Tokujo, el barquero que esperaba pescar el dragón feroz. Tokujo, discípulo de Yakusan y condiscípulo de Ungan, permaneció en el dojo de Yakusan durante 30 años y después se hizo barquero. Dijo a sus condiscípulos: si un día encontráis un monje fuerte, feroz como un dragón, mandádmelo. No llevaba vestido de monje, hacía su práctica como barquero; cada día transportaba muchos viajeros con su barco situado entre el oeste del río y el sur del lago. Y esperaba al gran discípulo. 

Desde hace 30 años estaba jugando sobre el mar. 

El agua era demasiado pura,

Así los peces no mordían el gancho. 

No tenía ningún plan, no contaba discípulos para tener más que los demás; solo llevaba a los viajeros de una orilla a otra, esperando al dragón feroz. El agua era demasiado pura, entonces no venían los peces. Significa que el maestro Tokujo era demasiado puro, no quería muchos discípulos; con uno solo era suficiente.

En el Shinji Shobogenzo aparece la historia del encuentro entre Tokujo y Kassan. Sensu Tokujo practicaba con la sangha del maestro Yakusan, con sus hermanos de la Vía, los maestros Dogo y Ungan. Tokujo los dejó con el encargo de que le mandaran un discípulo fuerte y se fue a vivir cerca del rio Kantei.

Dogo, el condiscípulo de Tokujo, después de haber atravesado numerosas provincias como una nube, llegó al templo Shikurin a la entrada de la ciudad de Junshu, donde residía el maestro Kassan. Dogo tuvo la oportunidad de escuchar una conferencia formal del maestro, a quien un monje preguntó:

–¿Qué es el cuerpo del dharma? Kassan contestó:

–El cuerpo del dharma no tiene forma. 

–¿Qué es el ojo del dharma? 

–El ojo del dharma no tiene grieta.

Sin querer Dogo se puso a reír con la respuesta de Kassan. Éste le miró y al final de la conferencia le preguntó si quería venir a sentarse con él. Prosternándose respetuosamente, Kassan le preguntó:

–Si usted se ha puesto a reír por la respuesta que di al monje es porque seguramente piensa que no es verdadera. ¿Podría ser tan amable de decirme cuál es el problema? 

Dogo le contestó:

–Aunque el maestro pueda habitar en un gran templo con muchos discípulos parece que nunca ha encontrado un verdadero maestro que le enseñe. 

–Por favor dígame qué es lo que no va bien conmigo. Espero que me lo pueda explicar (Los monjes en aquella época eran muy humildes).

–No le voy a explicar nada, pero tengo un amigo que está viviendo al borde del rio Kantei y enseña a los demás. Por favor maestro acérquese allí, seguramente le vendrá bien. 

–¿Cómo es su amigo? 

–No tiene un techo sobre de su cabeza ni suelo bajo sus pies. Y maestro, si va usted a verle, por favor no se muestre como monje, debe disfrazarse.

Más adelante, siguiendo los consejos de Dogo, el maestro Kassan se vistió con ropas seculares y se fue al rio Kantei. Cuando llegó, Tokujo le dijo:

–Venerable monje budista ¿en qué templo está viviendo? 

–No vivo en un templo, no tengo ese aspecto. 

–Aunque dice ‘no tengo ese aspecto’, no parece otra cosa.

Entonces los dos, que eran muy inteligentes, empezaron un mondo. Pero cada vez que Kassan iba a contestar a una pregunta, Tokujo movía su barca y le hacía caer al rio. Kassan bebía agua y de nuevo subía a la barca; Tokujo le hacia otra pregunta y de nuevo antes de que pudiera contestar le hacía caer al agua. Antes de tirarlo por tercera vez Tokujo le dijo:

–¡Dime algo, dime algo! 

En este momento Kassan alcanzó el despertar.

 

Así que al final Kassan resolvió sus dudas. A veces una ducha fría es buena para cortar los agregados de los pensamientos, para que pasen las ideas que uno tiene sobre todo, el Dharma, el Zen, el Buda. Si se piensa demasiado finalmente la mente se vuelve complicada. Entonces a cada réplica que quería hacer Kassan Tokujo le tiraba al agua en el momento de abrir la boca. Finalmente Kassan despertó, su consciencia cambió, hizo sampai. Cuando se preparaba para irse, Tokujo le llamó: ¡Akaria, akaria! Akaria significa monje. Al darse la vuelta Kassan vio que Tokujo, basculando en un extremo de la barca que se hundía en el rio, desapareció sin dejar huellas.

Ha acabado de cortar la caña de bambú y ha plantado otras. Quería obtener sin meta dice el maestro Deshimaru en sus comentarios. Quería encontrar el dragón feroz, el gran discípulo, pero al mismo tiempo sin intención, dejando que las cosas sucedieran de forma natural. No hacia planes habla de Tokujo y así, sin hacer planes, ha podido tener éxito.

 

En Japón existe un paisaje idéntico al evocado en el poema, entre un lago y un rio, en Shimabara, cerca de Nagasaki. Visitándolo Daichi se acuerda de esta historia zen. Él también quería un gran discípulo. Estuvo en la ermita de Suigetsu an, la Ermita del agua y de la luna y esperó allí mucho tiempo, pero no vino ningún dragón feroz y murió solo. Sin embargo ha transmitido su espíritu a través de sus poemas, su vida real, la vida de un monje zen.