El Buda renuncia a las mortificaciones.

 

En el cielo azul de cada noche las estrellas brillan con una luz soñadora.

Gudon, el estúpido Gautama solamente hacía crecer su ignorancia.

La vía que sube la montaña es igualmente la que baja de ella.

Incluso si tuviera el deseo, no hay nadie que se pueda ayudar.

 

Es una imagen representada a menudo en las pinturas, los sumi e: el Buda que baja de la montaña después de haber alcanzado Anutara Samyak Sambodhi, la total liberación, va hacia las demás existencias. Es un gran koan del maestro Daichi.

Queremos atrapar algo con zazen, con la Vía. Esto es totalmente normal porque es el asunto de nuestra vida condicionada, ordinaria: hacemos las cosas para atrapar algo, ya sea dinero, reconocimiento, titulos… y Gautama era igual; cuando salió del palacio de su padre se dio en cuerpo y mente a las mortificaciones, el ascetismo, y finalmente no hacia otra cosa que hacer crecer su ignorancia, sus ilusiones. Buscamos algo que ya tenemos pero para que nos demos cuenta necesitamos mucho tiempo; o uno no llega a darse cuenta que tiene ya su tesoro y continua con las ilusiones, el dogmatismo, el formalismo. La naturaleza de Buda no tiene forma, no la necesita, es impermanente, tiene la forma de la impermanencia.

La Vía que sube a la montaña es igualmente la Vía que baja de la montaña. Es el mismo camino subir a la cima o bajar al mundo ordinario, el mundo humano. Sin embargo el camino es totalmente distinto. Practicar zazen cada mañana es la vía que sube pero igualmente zazen es la vía que baja, que va hacia todas las existencias.

Ayer hablaba con un monje de la dificultad de la convivencia, es un problema con la vía que baja de la montaña. Cuando subimos a la montaña estamos solos, tenemos nuestro objetivo a realizar pero una vez realizado lo compartimos con los demás. Hacer zazen es satori, es verdad, pero también es la vía que baja de la montaña. El maestro da la enseñanza a los discípulos pero también los discípulos influyen al maestro.

Si queremos educar finalmente no hay nadie, todas las existencias tienen la naturaleza de Buda, no es una naturaleza especialmente divina sino nuestro propio ser vivo despojado. La convivencia en la sangha se hace de despojado a despojado, la convivencia no se hace con los más o los menos, es un grupo social y no es un grupo social, cada uno es diferente y también es la totalidad, la unidad, cada uno en sus diferencias sube la misma montaña, la montaña del Despertar.

En nuestra vida, en nuestra práctica siempre tenemos que encontrar la Vía del medio. La Vía del medio también es la Vía de la revolución interior.

Tenía un amigo americano que coleccionaba los objetos japoneses y tenía como un pequeño altar que se abría como los antiguos cuadros de iglesia pero muy pequeño, de madera dorada, y cuando se abría se veía la silueta de Sakyamuni bajando de la montaña.

Cuando practicamos zazen hacemos la ascensión de la montaña, Zazen-Buda, Za-Butsu, Buda sentado. Podemos abandonarnos completamente a zazen, solamente estar sentados. Al final cantamos el Hannya Shingyo – es importante– y dedicamos la ceremonia de la mañana a todas las existencias, mostrando el respeto a los Patriarcas del linaje. Cuando nos prosternamos, lo hacemos con todas las existencias, nos prosternamos con la tierra, el cielo, las montañas, los seres vivientes, con todo lo que existe. Luego bajamos de la montaña, es decir que de forma natural vamos hacia las otras existencias.

Alguien me dice: «Oh, no puedo sentir la alegría de vivir que nace de la práctica, tal como tú hablas de ella en zazen, no puedo sentir esa alegría de vivir, no puedo armonizarme”. Es un problema, un problema personal, no es el problema de las demás existencias. Muchas veces las demás existencias tienen problemas más importantes que nuestras historias personales de falta de armonía; con esas (existencias) que tienen dificultades es con quien nos prosternamos.

¿Cómo expandir la sabiduría de zazen? Es difícil, cada uno está en su fábrica de ilusiones, separados de la totalidad. Una famosa frase del Genjo Koan dice: «Estudiar la Vía del Buda es estudiarse a sí mismo, estudiarse a sí mismo es olvidarse de sí mismo, olvidarse de sí mismo es hacerse uno con todas las existencias.” Uno mismo despojado del ego y las demás existencias despojadas del ego; las huellas del satori se quedan, escondidas, por un tiempo largo, muy largo.

Si queremos educar no hay nadie, no hay nadie porque ya todas las existencias tienen la naturaleza de Buda –pero no lo pueden realizar sin dedicarse a la Vía.

El maestro Daichi dice: Estúpido Gautama, ahora sufres de las mortificaciones. Éstas son dificiles, porque nacen de la voluntad, finalmente nacen del ego, de (buscar) la posesion de algo, de querer, querer. Pero la verdad no existe en las mortificaciones, existe en tu mente; la verdad no está sólo en el cuerpo que sufre sino en nuestra mente –que sufre también–. En zazen es idéntico.

Si relacionamos esta frase con las existencias y Dios, los seres se vuelven Dios cuando ascienden a la montaña, y Dios se vuelve un ser humano al bajar de la montaña. Entrar, salir de la montaña, ir y venir, buscar la Vía y volver a lo social; el hombre se vuelve Dios y Dios se vuelve hombre, pero la Vía es única.

Podemos practicar con la voluntad, pero seguir con la voluntad es muy difícil. Llegado un momento hay que abandonarla y debemos seguir por nosotros mismos. Es como la vaca que tiene que beber el agua del rio. ¿Dónde se encuentra el río? ¿Dónde puede beber? La vaca lo ignora, entonces el campesino debe conducirla. El maestro con su educación, con su zazen, sus conferencias, sus kusen, solamente acompaña al discípulo; repetir, repetir es muy importante en la educación. Pero finalmente la vaca encuentra el camino del río ella sola. Cada uno debemos encontrar la verdad siguiendo los buenos consejos de un maestro o de los sutras.