Aunque sea justo el mediodía bajo el árbol de este mundo,

En el palacio del paraíso Tushita el cielo todavía no se ha abierto.

Os lo ruego, no durmáis en el cruce de caminos.

Originalmente en esta gran tierra no hay nadie al que ayudar.

 

Este poema está dedicado a Hotei. Muy famoso en China y Japón, Hotei era un maestro zen chino de final del siglo IX, que no vivía en un templo sino que viajaba con la gente y dormía en los cruces de caminos. Su nombre también significa bolsa de ropa. Mendigaba sin parar y llevaba sus bolsas a cuestas, un poco como los sin techo en Madrid; pero él era un maestro zen, lo hacía por su propia decisión. Dormía en los cruces de los caminos y así se encontraba y se mezclaba con la gente, como un verdadero bodhisattva. Se le representa con un gran vientre, gordo como un tonel y parece un personaje un poco travieso.

Antes de morir el maestro Hotei dijo: soy Maitreya (Miroku en japonés) y la gente confió su fe en él. Maitreya es el buda del futuro; en el Sutra del Loto el Buda Shakyamuni certifica a Maitreya como el buda que aparecerá en el mundo muchos miles de años después del actual. La tradición dice que puede adoptar cualquier forma humana:

“Maitreya, el verdadero Maitreya, tantas veces reencarnado, aparece de tiempo en tiempo, pero nunca es reconocido por los hombres de su tiempo”. Sin embargo alrededor de Hotei nació un culto, que lo consideraba como una deidad de la buena suerte, y la gente se puso a venerar al pobre mendigo o gran maestro. Es lo que va criticar Daichi en su poema.

 

Igual que Shakyamuni antes de encarnarse por última vez como buda, Maitreya espera en el paraíso el momento de aparecer en la Tierra. En el paraíso Tushita, uno de los paraísos en la cosmología budista, las divinidades que viven allí dependen todavía de los condicionamientos del karma; el estado de buda, más allá de las seis condiciones de existencia, se desarrolla en el mundo de los hombres. Entonces el maestro Daichi nos dice ¡Cuidado! Los relojes no están a misma hora en la tierra de los hombres y en el paraíso. Aunque sea justo el mediodía debajo del árbol de este mundo, en el paraíso Tushita el cielo todavía no se ha abierto. De algún modo combate las supersticiones que alejan de la verdad al mundo concreto.

Os lo ruego, dice Daichi, no durmáis en el cruce de caminos como Hotei el buda feliz. Originalmente en esta gran tierra no hay nadie al que ayudar; no es necesario esperar que Maitreya venga al mundo a ayudarnos, no es necesario ayudar a la humanidad sino que la humanidad encuentre ella misma el camino de la libertad aquí y ahora.

Incluso la liberación espiritual no es necesaria porque originalmente somos libres. Nuestra mente es totalmente pura sin ninguna contradicción, nuestra naturaleza verdadera es una con el universo entero, con todas las existencias. Volver al origen, es lo que tratamos aquí en zazen; encontrar de nuevo esta verdad, la no contaminación de la mente; intentamos realizar nuestra verdadera naturaleza, el Dharma. Cuando hacemos zazen encontramos esta vida universal y se vuelven  poco importantes los problemas del dinero, el amor, la familia, el ego.

Así que el maestro Hotei no está totalmente en la verdad; hay que dejar de dormir en los cruces de caminos, no es necesario mendigar. El maestro Deshimaru hablaba del poder cósmico fundamental; nuestro cuerpo mente en zazen puede armonizarse con este poder cósmico —ni siquiera es armonizarse, es volver a ser universal— y entonces el universo nos cuida.

Por eso el maestro Daichi dice que no hay nadie al que ayudar; es la segunda vez que lo dice en diez poemas. Podemos hacer obras de caridad, sí, pero no tiene nada que ver con la práctica del Zen; zazen es volver a la fuente, no un sentimentalismo emotivo hacia las demás existencias; es de nuevo encontrar la existencia verdadera y cada uno tiene la posibilidad hacerlo un día u otro.