Recogiendo un pequeño brote de pino lo planta con una azada,

Estudiando íntimamente la enseñanza activa del espíritu del maestro.

La nube hace desaparecer el monte Shobo, terrible y empinado.

No pidas asilo en el seno de la jovencita.

 

Es un poema famoso, Dosho, el hombre de la Vía. La historia la he contado ya varias veces. El maestro Dogen la cita en el capítulo dedicado a la Naturaleza de Buda, Bussho, del Shobogenzo. Se trata del encuentro del maestro Konin, que vivió en China entre el 601 y 674, con el cuarto Patriarca chino Doshin (los seis Patriarcas del Zen son: Bodhidharma, Eka, Sosan – que escribió el Shin Jin Mei– Doshin y Konin, que transmitió al sexto Patriarca, Daikan Eno).

Un día el maestro Doshin salió del templo Tozan-ji donde vivía y comenzó un viaje a través del monte Shobo o Hazusan, una montaña terrible, muy escarpada. En el camino se encontró con un hombre mayor que plantaba brotes de pinos. Éste se acercó y le dijo:

– Permítame entrar en el dojo y ser su discípulo.

Doshin le contestó:

– No, eres demasiado mayor, no te queda mucho tiempo para vivir. Pero cuando nazcas de nuevo nos encontraremos y podrás ser mi discípulo.

¿Qué significa esto? La práctica de la Vía es un largo camino, es el camino de una vida entera. Cuanto más mayores somos, menos energía y más sufrimiento tenemos y más dificultades para abandonar las complicaciones mentales con que hemos aprendido a vivir en el mundo condicionado. Es más difícil volver al punto cero cuando uno está ya muy lleno por (el transcurso de) su vida. Más difícil hacer una revolución interior; pero no es imposible, (al fin y al cabo) depende de la determinación de cada uno, y también muy a menudo las personas mayores tienen mejor aptitud para a la concentración. ¡Bad becomes good!

 

Konin no se enfadó con la respuesta del maestro; siguió con la misma determinación. Bajó de la montaña y al pasar junto un río que corría entre la tranquilidad del bosque y los pájaros que cantaban, vio al otro lado a una jovencita que lavaba su ropa. Se acercó a ella y le dijo:

– ¿Me permite entrar en su seno? Quiero nacer de nuevo.

La joven, muy sorprendida, le dijo:

– No, no es posible. Tengo primero que pedir (permiso) a mis padres.

Pero entonces, como algunos de aquella época, el viejo hombre que vivía en las montañas utilizó poderes mágicos y se convirtió en humo para entrar en su seno.

Hay muchas historias misteriosas alrededor de la transmisión, pero estas historias no son importantes, lo importante es la relación que existe entre maestro y discípulo, relación que conduce a una trasmisión exacta del Dharma.

El vientre de la chica se fue volviendo más gordo – un poco como el vientre de Hotei, del poema anterior. Entonces sus padres se enfadaron:

– ¿Quién es el padre?

– ¡No hay padre, no lo hay!

El padre de la joven le dijo: ¡No puedes quedarte aquí! y la echó de la casa. Ella empezó a trabajar en los campos y cuando dio a luz abandonó al niño a la orilla del río, pensando que pronto moriría.

Pero a los pocos días se arrepintió de lo que había hecho: Es un ser vivo, es mi bebé, no lo puedo abandonar. Volvió al río y encontró al bebé a salvo, guardado por los espíritus del agua.

Entonces cuidó de él.

 

A este niño, los otros niños le preguntaban: ¿Cuál es tu nombre?

Él decía: No tengo papá, no tengo nombre.

Preguntó a su madre: ¿Dónde está mi padre?

– No puedo entenderlo, le contestó su madre, pero si quieres encontrarlo, tienes que seguir ese camino, señalando la montaña.

El niño entonces se dispuso a subir a la montaña, el terrible monte Shobo. Allí encontró al maestro Doshin, que a su vez le preguntó: ¿Cuál es tu nombre?

En chino el nombre de familia se dice Sei, que es la misma pronunciación que naturaleza. Esto en un contexto budista se puede prestar a confusión.

El chico dijo: Mi sei no es un sei normal (mi nombre no es un nombre normal).

– ¿Cuál es?

– Mi nombre es Naturaleza de Buda, sei.

El maestro le contestó: Eres sin Naturaleza de Buda.

Y el joven, que era muy listo, le contestó: Este sei es Ku, vacío, ‘ser sin’.

El maestro Doshin quedó muy impresionado por la respuesta y le dijo:

– Te esperaba. Ahora puedes seguirme, serás mi discípulo y podrás convertirte en mi sucesor en el Zen.

El chico hizo zazen y a la muerte del maestro se convirtió en su sucesor: el maestro Konin, quinto Patriarca chino.

Plantar pinos significa, en el Zen, continuar la transmisión del espíritu. El pino permanece siempre verde a través de las estaciones.

 

Estudiando íntimamente la enseñanza activa del maestro, la enseñanza activa del espíritu del maestro Doshin, la nube hace desaparecer el terrible monte Shobo. Cuando seguimos el Dharma no hay más terror. No hay bien ni mal en el Dharma, estamos en la actividad del mundo, seguimos la actividad del maestro. Unsui, nube y agua, es otra forma de denominar al monje zen; la nube sigue libremente al viento, su actividad es natural como la del maestro.

Sin embargo Daichi nos da una última recomendación: No pidas asilo en el seno de una jovencita. De nuevo, no es necesario creer en una superstición o utilizar poderes mágicos para alcanzar la Vía.

Es difícil tener la determinación de cambiar nuestro karma para poder seguir la Vía. Es así que no hay que esconder el karma; algunos lo niegan, otros están dirigidos por él; el que sigue su karma, cae en su karma. El karma es el karma, pero también es el no karma. No es necesario estar apegados a la noción de karma, pero a lo largo de la práctica, poco a poco hay que reconocerlo. El karma de nuestras propias acciones.

Los poemas del maestro Daichi nos hacen presenciar la práctica de los antiguos, reconocer la práctica de Dosha, el hombre de la Vía, que abandona su viejo mundo para renacer en un mundo liberado. Es el significado de la ordenación de monje.