LOS POEMAS DE DAICHI: 41. Ofrenda al rey de Corea después de mi naufragio.

 

Yendo a la deriva perpetuamente por el océano de la vida y la muerte,

Esta mañana de nuevo me ha zarandeado el viento del mal karma.

Súbitamente habíamos perdido la raíz de la vuelta.

Al amanecer tuve que contentarme con levantar en vano los ojos hacia el Japón.

 

 

Durante el viaje del maestro Daichi de vuelta a Japón una fuerte tormenta hizo naufragar su barco acabando sus ocupantes en las costas de Corea. En aquellos tiempos había muy poca comunicación marítima entre Corea y Japón, ambos países habían sido invadidos por la armada mongol de Kublai Khan. Era un periodo muy turbulento y Daichi sufrió mucho en Corea. Antes del año 918 Corea se llamaba Silla. En 1231 los mongoles la invadieron y en 1324 el rey de Corea tuvo que trasladar la capital.  

 En este poema Daichi expresa su tristeza ante la mala suerte que tuvo con este viaje de regreso a su país natal; sentía que había habido alguna equivocación de su parte y además sufría mucho por su obligada estancia en Corea –otro país, otras costumbres y la incertidumbre de la guerra entre las tres potencias: China, Japón y Corea. 

Era una época complicada y la gente padecía mucho en las guerras. Pero a su vez también era una época de gran desarrollo espiritual; Dogen con el zen Soto y Nichiren y Shinran con Amidabutsu, el Buda de la Tierra Pura. Nichiren y Shinran estaban muy cerca de la gente más sencilla, los paisanos, les enseñaban  la fe en el buda del futuro. En épocas turbulentas la fe en algo superior ayuda, nos permite vivir como personas verdaderas, enteras, sin egoísmo.

Cuando Daichi finalmente llegó a Japón, se fue directamente a Eiko-ji, un templo al lado del mar donde vivía el maestro Keizan. Éste se alegró mucho de la visita y le preguntó:

– ¿Qué piensa usted del niño que ve a sus padres después de un largo viaje? 

Daichi contestó: 

– Delante del verdadero espejo no necesitamos luz. 

Me hace reír este dialogo porque es un forma de hablar muy profunda, y me hace reír porque aquí cuando alguien tiene una aventura en la montaña, habla de los detalles durante horas y horas, o alguien se va de viaje y luego habla de la forma de comer y todo eso durante horas y horas, pero Daichi, frente al maestro Keizan, dijo simplemente o no tan simplemente: delante del verdadero espejo –habla del espejo de zazen– no necesitamos luz. Keizan le contestó: 

– Si no hay luz, no hay imagen en el espejo, nada se puede ver en él. 

– Es posible ver, pero no podemos conocer el futuro. 

– Usted es de nuestro linaje, realmente pertenece al linaje Soto, afirmó Keizan. 

Algunos años después el maestro Daichi, a la edad de 43 años recibió el shiho de Meiho Sotetsu, el primer discípulo del maestro Keizan (Keizan fue el cuarto sucesor de Dogen en Japón: Dogen, Ejo, Gikai, Keizan).

 

El tercer sucesor de Dogen, el maestro Tetsu Gikai, cometió una equivocación y se fue de viaje a China. Cuando volvió la sangha de Eihei-ji no lo acepto más; los monjes querían tener su propia dirección. De esta forma el templo de Dogen, Eihei-ji, se hundió poco a poco, hasta llegar en pésimo estado a la época de Daichi. 

Gikai con sus propios discípulos, entre ellos Keizan, continúo el zen de Dogen fuera de Eihei-ji. Su discípulo Keizan dio a su vez la transmisión a más de 50 sucesores e inició el templo de Soji- ji. Pronto numerosos templos zen Soto fueron fundados en Japón. 

Así, el linaje de Keizan, que continúa hasta nuestros días, no viene solamente del sucesor Meiho Sotetsu. Él mismo no transmitió el Dharma a muchos discípulos. Sí transmitió al maestro Daichi, que en esta época era el más joven entre sus estudiantes. El linaje ha continuado hasta Kodo Sawaki. 

Mirando vuestro ketsumyaku podéis conocer la manera en que se ha efectuado la transmisión a partir del maestro Meiho Sotetsu. Leer los linajes no es tan fácil, porque algunos discípulos practican con un maestro, el maestro fallece y entonces es otro quien tiene que dar la transmisión. En la historia de la transmisión del Dharma lo importante es tener fe en el maestro que os ha enseñado la Vía. Si este no puede transmitir el shiho, la certificación, entonces otro discípulo suyo que ya la ha recibido puede transmitir en su nombre. Es un poco lo que pasó entre Kosen Thibaut y yo. Siendo totalmente una discípula del maestro Deshimaru después de su muerte, Kosen Thibaut, que había recibido él mismo la transmisión del Dharma, me trasmitió el shiho en nombre del maestro Deshimaru. Como era uno de los más íntimos dentro de los discípulos del maestro, entonces yo tenía total confianza en su transmisión. Recibir el shiho nos permite transmitir el verdadero Dharma, no algo equivocado, mezclado, manchado. La fe en el maestro es muy importante.