LOS POEMAS DE DAICHI: 39. Agradecimiento por la autorización del  Emperador Taigen para poder volver al Japón

 

La corte del Norte alejada 10.000 li de distancia ha publicado el edicto imperial

Las tres montañas del tesoro acompañaron al barco de regreso

¿Cómo podría mostrar mi gratitud hacia la benevolencia imperial?

Solo el humo espiritual del incienso puede dar testimonio de mi reconocimiento durante 10.000 años

 

El maestro Daichi viajó a China a los veintitrés años y permaneció allí diez años, en una época muy complicada. Entonces reinaba el nieto de Gengis Khan, Kublai Khan, que había intentado invadir Japón en 1274. Junto con el rey de Corea penetró hasta la isla de Kyushu, pero una fuerte tormenta desbarató sus propósitos, hundiendo todos los barcos. Los 100.000 soldados del contingente dispuesto para la invasión perecieron.

En 1321 Kublai Khan intentó una segunda invasión; sin embargo esta vez los japoneses se habían preparado y la invasión fue repelida. Los chinos no pudieron entrar en Japón, y de nuevo hubo una devastadora tormenta y sus barcos se hundieron.

Es un poco sorprendente que Daichi viajara a China en aquella época y aún más sorprendente que lo recibiera el emperador. En aquella época de guerras entre los países de la zona, China, Japón, Corea y Mongolia, muchos monjes viajeros tenían mala reputación y se desconfiaba de ellos porque podían entrar en las ciudades, templos, y castillos y pasar información. Puede parecer extraño entonces que Daichi tuviera contacto con la corte del emperador.

Pero después del intento de invasión de 1321 sobrevino un periodo de paz entre China y Japón y durante once años Daichi pudo viajar por China de monasterio en monasterio. No obstante cuando quiso volver a Japón necesitó pedir la autorización del emperador quien, mediante un edicto de diamante, le permitió abandonar el país a bordo de un gran barco. Esto le colmó de felicidad y, lleno de gratitud, Daichi escribió este poema dedicado al emperador.

Con todo y con eso las dificultades continuaron: durante el viaje de partida de China se desató una gran tempestad y el barco en el que viajaba Daichi estuvo a punto de irse a pique. Fue rescatado por marineros coreanos que lo llevaron a Corea, donde permaneció nueve meses y donde más adelante escribió un poema en relación con su naufragio.

Cuando la tormenta arreciaba Daichi quiso quedarse en el puente de mando del barco y se concentró en la invocación del nombre de Avalokitesvara. Súbitamente  tuvo la visión de este gran Bodhisattva apareciendo entre las nubes rodeado de luz y en ese preciso momento la tormenta paró.

 

Contaba el maestro Deshimaru que durante su viaje a Indonesia en el curso de la Segunda Guerra Mundial, los barcos japoneses cargados de armas y dinamita fueron atacados por la armada norteamericana. La mayoría de los barcos fueron alcanzados y hundidos pero su barco, en el que se pasó todo el viaje sentado en zazén sobre la dinamita, se salvó.

No estamos en guerra ni estamos en un barco durante una tempestad, pero la dinamita existe todavía; el estado del mundo es como dinamita. No debemos practicar un zazen egoísta sino ser capaces de relacionarnos con el mundo exterior. Que el zazen no sea solo para uno mismo, que el samu no sea solo para uno mismo, es decir para los intereses de nuestros egos. Debemos mantener el mismo estado de espíritu que el zazen del maestro Deshimaru encima de la dinamita. Afrontar la cuestión de la vida y de la muerte; sin embargo estando del lado de la vida.