En una habitación quemando leña mojada para obtener un humo caliente.
Cuando se encuentran no hay ni huésped ni invitado.
Luego se separan en el puente de Daiji.
No me digas que ya ha pasado la tercera primavera desde la muerte de Kangan

 

La asamblea de los compañeros de la Vía. Este poema tiene relación con la desaparición del maestro Kangan Giin, de quien Daichi recibió la ordenación cuando era niño. De muy pequeño Daichi entró en el monasterio, cuando todavía vivía el maestro Keizan; pero era muy mayor y Daichi recibió la ordenación de monje de este maestro Kangan, también muy mayor, que era discípulo directo del maestro Dogen.

Los compañeros de la Vía son los discípulos que practicaron con Kangan y se reúnen para el aniversario de su fallecimiento. Kangan había muerto tres años antes de que el maestro Daichi escribiera este poema.

DaiJi era un templo importante donde enseñó el maestro Kangan, discípulo de Dogen. Kangan, como sabemos, fue el primer maestro de Daichi y le dio la ordenación de monje. A su muerte, Daichi viajó por todo Japón y recibió la educación del maestro Keizan. Después hizo un viaje a China y cuando regresaba a Japón su barco naufragó y se quedó dos años en Corea. Ya de regreso en Japón recibió la transmisión de Meiho Sotetsu, discípulo directo de Keizan. Este poema es uno de sus primeros poemas como maestro Daichi.

Así que aquí se reúne la asamblea de los antiguos discípulos de Kangan. Claro que hay antiguos discípulos y antiguos discípulos. Aquí se encuentran los que tenían fe y ninguna duda sobre la enseñanza de Kangan, sobre su transmisión. En nuestro caso alrededor de mi está J, que practicó cuando era muy joven con el maestro Deshimaru en la Gendronniere; también mi amiga C practicó en la Gendronniere el último año de la vida del maestro. F, que vino este verano, es igualmente una discípula antigua del maestro Deshimaru. Con ellos existe una armonía natural porque hemos tenido la misma fe en la enseñanza del maestro, sin necesidad de buscar otro, y decidimos seguir su enseñanza porque la entendíamos, de lo alto de la cabeza hasta los pies. Entendimos su vida dedicada a la transmisión del zen.

El encuentro con los antiguos discípulos del maestro Kangan es como lo que va a pasar este año, en mayo, —no a los tres años como con Daichi, sino a los cuarenta años desde que falleció el maestro Deshimaru—. Sin embargo, este año, para mí, no hay ya la misma armonía de que habla Daichi: ni huésped ni invitado. Es normal, cuando volvemos al templo de nuestro maestro no estamos invitados, es la condición normal.

La madera húmeda es el incienso perfumado que crea una intimidad entre los amigos de la Vía. Es bonita esta expresión, amigos de la Vía; a veces practicamos la misma Vía, pero no somos amigos – hay historias de egos, celos– pero aquí están los que realmente querían al maestro Kangan. No hay ni huésped ni invitado, no hay dos, ni sujeto ni objeto, ni absoluto Sho ni relativo Hen. Es una reunión amistosa, verdaderamente.

Ni huésped ni invitado también es un guiño con los Go I, ‘los cinco elementos del Despertar’ que inició el maestro Tozan con su discípulo Sosan. El templo, el lugar de práctica, especialmente el templo fundado por el propio maestro con sus estudiantes de la Vía es un lugar muy importante para cualquier practicante verdadero. Aunque practiquéis el zazen tres o cuatro veces a la semana, volved al templo, encontrad esta mente de ni huésped ni invitado, es muy importante. No hay que pensar que el templo es para otros, para los que viven ahí. El templo es un lugar de encuentro con la práctica desnuda, sin ego —desnudo significa en mi boca sin ego.

 

Zazen y el entrenamiento del Kendo son muy semejantes, porque la enseñanza se repite y se repite de forma interminable. El cuerpo sigue un entrenamiento duro, difícil. Cuando somos jóvenes el cuerpo está más fuerte que la mente, cuando uno envejece la mente se hace más fuerte y más concentrada y poco a poco el cuerpo va debilitándose. Es importante entender que cuando somos jóvenes y tenemos un cuerpo vigoroso la educación pasa por el cuerpo. Después de diez, veinte años iniciamos el entrenamiento de la mente. El cuerpo se debilita, está más cansado, entonces nos entrenamos en la concentración, el estudio de la mente. El cuerpo y la mente son como el anverso y el reverso de un papel. Caminamos por el canto, practicamos en el canto.

Hay una frase que nos decía el maestro Deshimaru: Cuando la mente está débil, concentrarse en el cuerpo. Cuando el cuerpo está débil, concentrarse en la mente. Durante el samu hay que utilizar el cuerpo, considerar intelectualmente lo que tenemos que hacer y luego actuar con el cuerpo. Mente-cuerpo en unidad, algo que en la vida cotidiana es difícil. En el periodo intermedio entre la juventud y la vejez se sigue el entrenamiento del cuerpo y de la mente. El cuerpo va estando un poco cansado y la mente, y sobre todo la intuición, se desarrolla, gracias a zazen, y la intuición es la puerta de la sabiduría.

Sé que cada uno tiene su vida familiar, su vida laboral, su vida social, sus problemas personales. Pero sé también que, aunque el templo está a ni siquiera doscientos kilómetros de aquí (Madrid), los que viven allí necesitan contacto con otros practicantes de la Vía, con otros estudiantes de la Vía, y que ese contacto se debería hacer de una forma más natural. Dentro de los kyosakuman del dojo, muy pocos van a la sesshin. Hay dos pilares, Emita y Ventura, pero los demás, aunque sean kyosakuman, dejan la sesshin a los principiantes. No es normal, no hay que tener una rutina perezosa en la práctica, hay que saltar siempre en las ocasiones, practicar más. Tenemos suerte de tener un templo a ni siquiera doscientos kilómetros de distancia. Cuando era una joven practicante muchas veces teníamos que viajar quinientos u ochocientos kilómetros para hacer una sesshin con el maestro.

 

Ni huésped, ni invitado. En último término no hay mente subjetiva u objetiva, porque el cuerpo se integra plenamente con la conciencia y podemos experimentar cuerpo y mente en unidad. Podemos experimentar la condición normal, nuestra existencia total. Luego, los amigos se separan.

Luego se separan en el puente de Daiji. Entonces Daiji era el templo donde el maestro Kangan enseñaba, un templo todavía muy importante en Japón, cerca de Kioto. En la familia Soto, la madera húmeda es el incienso perfumado que crea una intimidad entre los amigos en la Vía, amigos de la Vía, compañeros de la Vía, que es una, es muy importante. La sangha existe porque practican juntos los estudiantes de la Vía, no existe por un ego u otro ego. La sangha existe porque los compañeros de la Vía son humildes. Los compañeros de la Vía son los que aprovechan cada día y cada momento para practicar.

No puedo todo, todo, todo el tiempo estar haciendo arrancar a la gente para que la práctica sea más profunda, más verdadera. En la enseñanza zen hay una imagen: “tirar de su propio anillo nasal” —el anillo colocado en la nariz de un buey del que el amo tira para hacerlo avanzar. Aquí el amo somos nosotros mismos; “tirar de nuestro propio anillo nasal”, dar siempre un paso más desde lo que hemos pensado no hacer. El Gyoji dice que la concentración de una persona en la Vía es un tesoro, aunque sea un solo día; cada uno tiene que hacer brillar este tesoro, no permanecer en una práctica perezosa, para sí mismos.

La última frase tiene un sentido profundo. Daichi dice: No me digas que ya ha pasado la tercera primavera desde la muerte de Kangan. Aunque haya muerto, el espíritu del maestro está todavía presente. Mi maestro murió hace más de 30 años, no sé si exactamente 37 ó 38, no soy muy buena para las fechas, pero todavía está conmigo. Una foto, un dibujo es solo una representación, que para los que acaban de empezar ahora no significa nada, sólo es un ancestro. Pero para sus discípulos el maestro es eterno y éste es un sentimiento bien agradable. A pesar de la soledad, el maestro siempre está presente, me acompaña ya 37 años, un número entero, una totalidad.

El poema siguiente es un poema de amor.