La libertad
Por Bárbara Kosen
La primera finalidad de la Asociación Zen Taisen Deshimaru es desarrollar la enseñanza del maestro Taisen Deshimaru.
Acabo de volver de la Gendronnière, el templo que fundó el maestro en los años 80; en el coche, de vuelta con D. y J., un monje que ayudó en la construcción del templo, nos hemos acordado de la enseñanza fuerte y sencilla que nos daba. Todos conocéis esta frase “el Zen es Zazen”, pero Sensei decía también “el Zen es la verdadera libertad”. Es a propósito de esta “libertad” que quiero decir algunas palabras.
El Zen no tiene nada que ver con una filosofía antigua que se venera en Zazen.
El Zen es una filosofía que se actualiza en cada época, en la que Zazen es la joya activa que permite al hombre encontrar la no-discriminación y la verdadera libertad. En el mundo ordinario, el mundo de Samsara como se lo llama en el budismo, el ser humano opone la noción de libertad a la de cautividad. En el mundo de la práctica del Zen los contrarios se unen, pierden sus distinciones y se vuelven unidad.
Sin embargo, un estudiante del Dojo me dice “El que nunca ha estado preso nunca podrá conocer la libertad”. Otro me dice “Aconsejar a los nuevos estudiantes que vayan a una Sesshin es una coacción en relación a su libertad individual”. Así, tengo que escuchar discursos de estudiantes veteranos que practican Zazen cada día conmigo y que reflejan esta dualidad libertad-cautividad o libertad-coacción. Veo que aún no se manifiesta en sus palabras la maravillosa función de Zazen que permite ir más allá de los extremos, más allá de las contradicciones y encontrar la verdadera libertad. Así, en estos discursos el Samsara de la vida cotidiana y el Nirvana de Zazen están en contradicción y parecen separados por la meta y la duda.
Nirvana connota extinción, pero no es una visión negativa sino que tiene el sentido de “todo cumplido”. En el Nirvana no hay libertad o cautividad. En el Nirvana la libertad no existe y eso es la Libertad.
Recuerdo que, cuando el maestro Deshimaru hablaba del Paraíso decía “es como un bonito restaurante con jolies madames”. El Nirvana, el Paraíso es como cuando todo va bien en vuestra vida y os dais cuenta en un instante: estáis al borde del mar, en una playa de arena blanca, con un cubata en la mano… todos los ingredientes de la felicidad están presentes sin otra meta que esta plenitud. En ese momento todo está cumplido, todo está en orden: es el Nirvana. Es la misma plenitud que la que podéis encontrar en Zazen cuando ya estáis sentados. No pensáis en vuestro trabajo, no pensáis en las próximas vacaciones, no pensáis en el sonido de la campana que se demora en sonar, no pensáis en un Nirvana a alcanzar. Cuando no hay meta, no hay obstáculo.
Llevados por las condiciones de vuestra existencia, parece ser que no hay tiempo, que hay siempre algo más que conseguir, como una sed inextinguible que provoca un estado de desequilibrio y depresión. Una cautividad de la duda y de la indeterminación. ¿Cómo actuar? ¿Cómo aprovechar lo mejor de mi vida? ¿Cómo ser libre en mi vida? Un poco de Zazen viene bien, pero la duda persiste…
El maestro Sekito dice “Avanzando con vuestros pies aquí y ahora, la más mínima duda provoca una distancia grande como la que separa la montaña del río”. La duda que en torno suyo provoca dualidad y discriminación no es algo malo, algo a esconder. Sólo es un reflejo mental de la posición indeterminada del ser humano en el mundo.
Sin embargo, el Zen va siempre más allá de los opuestos, más allá de las contradicciones y, de algún modo, os permitirá aprovechar todo lo que os ocurre. Transformados por la práctica misma de Zazen, por la comprensión de la identidad de los contrarios, podéis ir más allá de la duda-dualidad y acercaros al estado de la decisión y de la libertad de las acciones. Es lo que se llama el Nirvana vivo.
La libertad de Zazen toma raíz en una decisión clara con vosotros mismos, no una decisión para los demás sino una decisión de practicar la Vía de Zazen y profundizarla en todas las acciones de vuestra vida, en Samsara, que así se vuelve Nirvana, plenitud. De esta decisión hablan a menudo los Sutra y textos tales como el Shobogenzo.
Esta decisión es una determinación personal, es decir, una libertad total del cuerpo y el espíritu en la práctica. Encontramos la libertad de nuestras acciones. Con la libertad, encontramos la plenitud, el cumplimiento de nuestra vida. No dudar es actuar, y es el principio del Zen sobre el que quiero que reflexionéis unos instantes.
El hecho de que la Asociación Zen Taisen Deshimaru haya comprado un terreno y construido un templo permite que la práctica de Zazen se vuelva acción, lo que era fundamental en el desarrollo de la enseñanza del maestro Deshimaru. Practicar las acciones y cumplir nuestra vida aquí y ahora es el sentido de las Sesshin y del Samu, sin coacción.
Transmitir la enseñanza con nuestras acciones libres de la duda es sembrar la buena semilla. Un templo no sólo se compra, el verdadero templo se construye en el interior de todos los miembros de la Asociación. Si la Asociación quiere un templo Zen tiene que construirlo con la práctica de sus miembros sin dudas, sin obstáculos, sin coacción.
Bárbara Kosen, junio de 2007.