Todo el cuerpo se vuelve independiente frente a kuko (el cielo infinito)

Sin embargo mi huella no desaparece, algo se queda.

Incluso en el lago abisal y frío a una profundidad de diez mil jo la luz penetra a través del agua.

En el claro de luna el dragón venenoso se despierta sorprendido en su sueño.

 

En zazen podemos sorprender a los dragones, podemos sorprender a las toxinas del karma.

No depender de nada. Ni siquiera de zazen, ya que también con el zazen podemos desarrollar el apego al zazen, depender de la práctica. Este apego sin embargo es una práctica superficial de la Vía porque, cuando hacemos zazen, íntimamente somos totalmente zazen, nuestro cuerpo es zazen, nuestra mente es zazen, entonces se convierte en un estado natural de nuestra vida. No es algo que se añade a nuestra vida sino algo que se hace de forma totalmente natural. Tras un momento de algunos años de práctica no hay dependencia. Sin embargo, aunque el Zen se encuentra en el mundo occidental desde hace sólo cincuenta años, ya se han creado alrededor de él muchas ataduras, a la forma por ejemplo. No hay que depender de nada.

No depender de nada también es no intentar asir algo, no perseguir una ilusión –un estado muy difícil. En los poemas anteriores siempre se trata de ku: primero el rey de ku, zazen (o la reina de ku, en zazen estamos más allá de los sexos). Para llegar a ku, para utilizar ku, para saber utilizar ku, hay que transitar la vía del pájaro. ¿Cómo ayudar a los demás e ir a la luz de ku? Kuko es el cielo infinito o la luz infinita de ku. A veces significa luz, a veces cielo, a veces todo el Cosmos.

Todo el Cosmos sin un grano de polvo mental –es difícil. Pero incluso si mi cuerpo expuesto se vuelve independiente frente a esta luz infinita de ku, o independiente frente a Buda; incluso si lo expongo y me vuelvo independiente, mis huellas no van a desaparecer. En la vía del pájaro se hablaba de no dejar huellas y aquí incluso en la luz de ku hay algo que no desaparece. Las huellas de mi karma no desaparecen, algo queda.

Una parte del karma, de los bonno, no logra desaparecer. Por eso es importante conocerse a uno mismo, no censurar los pensamientos o los recuerdos. En zazen la postura completamente justa se vuelve apacible, el cuerpo está expuesto frente a todo el Cosmos. Todo el Cosmos no significa una consciencia cósmica, todo el Cosmos es aquí y ahora, el Universo donde tenemos la vida. Es enorme, no está limitado. Incluso si la postura es buena –el cuerpo abandonado a todo el Cosmos– incluso si estamos completamente tranquilos, calmos, completamente en armonía con el Cosmos, algo sube del subconsciente y no podemos volvernos totalmente ku. Tampoco podemos encontrar lo que es el yo. Sentados sin depender de nada.

 

En sus comentarios aquí el maestro Deshimaru repite el mondo entre Nansen y Obaku:

En todo el día no depender de nada. Ni siquiera depender de la sabiduría, ni de nuestro conocimiento intelectual, ni de zazen.

Ni siquiera, contesta Nansen, debes depender de la no-dependencia. 

Entonces el cerebro encuentra su condición normal y se vuelve ku o buda.

Está claro que es importante observar nuestra vida. Por ejemplo yo misma durante años he bebido alcohol; no era una alcohólica pero me gustaba beber vino, cerveza… Pero me fui dando cuenta que mi energía, mi poder personal dependía bastante del trago. Cosas mínimas, sin importancia, (que nos hacen dependientes) en la vida cotidiana.

No depender del personaje, de nuevo hacerse invisibles.

Incluso en el lago abisal y frío a una profundidad de diez mil jo la luz penetra a través del agua. Es la condición de nuestra mente. Cuando hacemos zazen, las profundidades del lago frío de nuestro espíritu son infinitas, nuestra consciencia es infinita. El subconsciente sube, esto es a veces lo que es difícil en zazen; suben igualmente la ansiedad, el miedo, la duda… Aunque muchas pasiones acaban por desaparecer, incluso si hacemos zazen durante numerosos años, hay algo que se queda. Creo que es importante que conozcamos este algo kármico que se nos queda.

En zazen la luz de kuko, el cielo infinito, brilla sobre nuestros bonnos, nuestras pasiones, nuestros apegos. El claro de luna, entonces –el claro de luna es una metáfora del Despertar– ilumina las profundidades de nuestra consciencia, donde hay un dragón toxico que dormía en el fondo del lago y se despierta sorprendido. Sorprendido de que la persona también se despierte y de que ahora él es visible.

No depender de nada es conocerse a uno mismo, abandonar el personaje. La luz de ku, la luz de buda penetra en el fondo de nuestro espíritu y brilla sobre todas las pasiones oscuras. Así no estamos separados del Despertar.