SANDOKAI

El espíritu del Gran Sabio de la India
se ha transmitido íntimamente, directamente,
secretamente del Este al Oeste.

En las personalidades humanas
las sensaciones y la inteligencia difieren
pero, en la Vía, el Sur y el Norte no existen.

El manantial espiritual es puro y brillante;
sólo los afluentes turbios corren en la oscuridad.

Demasiado apego a los fenómenos es causa de ilusión.
Seguir, encontrar la Esencia, no es el verdadero Satori.

Regidos por la ley de interdependencia,
todas las puertas y todos sus objetos se interpenetran,
juntos y no juntos.

Los dos pueden reunirse armoniosamente,
pero si este encuentro armonioso no ocurre,
cada uno vuelve a su posición.

La esencia de todos los objetos visibles posee,
según cada objeto, cualidades e imágenes diferentes.
La raíz de la voz cambia según la felicidad o el sufrimiento.

Esta oscura profundidad es el mundo de la combinación
de los elementos en todas las direcciones:
arriba, abajo, en el medio.

Pero, en presencia de la luz, los objetos son claros
y en su posición existencial podemos distinguir
lo que es puro de lo que está manchado.

La naturaleza de los Cuatro Grandes Géneros
vuelve automáticamente a su fuente
como un niño que encuentra de nuevo a su madre.

El fuego calienta, el viento está en movimiento,
el agua está mojada, la tierra dura.

Para los ojos existe el color;
las orejas perciben los sonidos;
la nariz, los olores;
la lengua puede diferenciar lo salado de lo dulce.
Pero todas las existencias, como las ramas de un árbol,
están alimentadas por la misma raíz.

Origen y fin resultan de la misma fuente: Ku.
Origen y fin vuelven a la nada.
Noble o vulgar, como queráis.

Luz y oscuridad crean oposición,
pero dependen una de otra
como los pasos de la pierna izquierda
dependen de los pasos de la pierna derecha.

Cada existencia tiene su utilidad.
Usadla, cualquiera que sea su posición.
Fenómenos y esencia encajan perfectamente.

La flecha y la lanza chocan una contra otra.
Recibiendo este lenguaje, debéis entender la fuente.
No permanezcáis en concepciones egoístas y erróneas.

Si no podéis comprender la Vía,
incluso si camináis en esta Vía,
no podréis obtenerla.

Avanzando vuestros pies, aquí y ahora,
no hay ni cercano ni lejano.
La más mínima duda separa una distancia grande,
como una montaña que está alejada de un río.

Aquellos que buscáis el Camino, os lo ruego,
no perdáis el momento presente.

Maestro Sekito Kisen (700-790)

 

Cuando Sekito tenía dieciséis años, recibió la ordenación de monje del sexto Patriarca chino, el maestro Eno. Después de la muerte de Eno, Sekito se quedaba siempre en Zazen cerca de su tumba. Un día, el más antiguo de los discípulos fue a quemar un incienso en la tumba de Eno. Al ver a Sekito, le preguntó:

―¿Qué haces aquí sentado en Zazen?
Sekito contestó:
―Estoy aquí porque el maestro Eno, antes de su muerte, a mi pregunta: «Cuando usted esté muerto, ¿de quién tendré que recibir el Shiho?», me contestó: «Jin Shi Ko, debes buscar el pensamiento». Es por eso que ahora estoy en Zazen cerca del maestro Eno, pensando al lado de su tumba.

El monje antiguo le dijo:

―Eres totalmente un imbécil. No has entendido nada. Claro, Shi es “el pensamiento”, pero también es el Shi de Gyoshi. Debes recibir el Shiho de Seigen.

Seigen era, en efecto, el nombre de la montaña donde el más antiguo discípulo de Eno tenía su dojo. Su verdadero nombre de discípulo era Gyoshi. Ahora es conocido como Seigen Gyoshi.

―Es el testamento del maestro Eno―, dijo el monje antiguo. ―Debes ir a ver a Seigen.

Y Sekito fue al encuentro de Seigen. Cuando llegó al Dojo, Seigen le preguntó:

―¿De dónde vienes?

Es una pregunta tradicional entre un maestro y un discípulo. A veces se la hago a gente que aparece en el Dojo o que viene de otro Dojo. «¿De dónde vienes?». «Vengo de Valladolid». «Vengo de Vallecas». Cuando nos decidimos por un lugar, esta no es la respuesta adecuada. Cuando permanecemos en un lugar, es como permanecer en el apego tal como lo cercano y lo alejado, lo bueno y lo malo… Estar sin apego es la verdadera libertad, como en Zazen, sin lugar.

Sekito hubiera podido contestar: «Vengo de ninguna parte», pero en este mondo, Sekito contestó con su honestidad:

―Vengo de Sokei.

Sokei era la montaña donde enseñaba Eno ― que era también el maestro de Seigen―. Entonces, Seigen le preguntó:

―¿Qué has traído de Sokei?

Sekito contestó:

―He traído algo que continuaba desde antes del maestro Eno.
Es importante ir a lo esencial. No eran discursos de pueblo. Sekito quería asegurar a Seigen que había practicado Zazen, que estaba en la Vía.

Así pues dijo:

―He traído algo que continuaba desde antes del maestro Eno. Tenía algo antes de mi nacimiento, pero lo he entendido sólo con la práctica de Zazen en el dojo de Sokei. Si no hubiera sido discípulo del maestro Eno, no lo habría entendido.

Cada uno ya tiene el satori; sin Zazen, uno no puede ser consciente de su verdadera Naturaleza. No es que venga con Zazen; siempre ha estado aquí pero, de algún modo, lo hemos olvidado, hemos olvidado nuestro lazo verdadero con el Cosmos, con la Naturaleza de Buda.

Entonces, Sekito preguntó al maestro:

―¿Entiende usted al maestro Eno?

Seigen no contestó. Sekito le preguntó una vez más:

―¿Conoce usted mi cara?

Cuando un discípulo se hace maestro, las caras del maestro y del discípulo, de algún modo, se vuelven idénticas, ya no hay más separación, dualidad. Eso se llama Mitsu: intimidad.

Sekito era muy joven, pero ya estaba totalmente en la práctica de la Vía y Seigen le aceptó como discípulo.

El maestro Deshimaru contaba esta historia:

«Una madre, llena de un amor sincero y verdadero hacia su hijo, hilaba tranquilamente lana una tarde. Unos hombres aparecieron y afirmaron: “Tu hijo es un asesino. Acaba de matar a alguien”. La madre no creyó una palabra y ni siquiera paró su trabajo. Otro hombre llegó y lo confirmó: “Sí, sí, ha matado”. Pero la mujer seguía hilando tranquilamente. “No―dijo continuando su trabajo―, tengo confianza en mi hijo”. Más tarde se enteró de que esta noticia era falsa.»

Cuando la fe verdadera entre padres e hijos, esposo y esposa, discípulos y maestro, no existe, el demonio llega. Una verdadera intimidad no se expone, no se cuenta, no se certifica, no se enseña, no es necesario mostrarla o excusarse de ella. La dualidad no existe más.

¿Qué significa Sandokai?
San es la noción de diferencia, de dualidad entre los fenómenos, las existencias en el tiempo y en el espacio, la tesis. Por ejemplo: las montañas y el océano, los padres y los hijos, el Satori y las ilusiones, la vida y la muerte, la existencia y la no-existencia. La dualidad y la separación.

Es como la primera frase del Genjokoan del maestro Dogen:

Cuando todas las existencias son el Dharma de Buda,
hay vida y muerte, seres sensibles y Buda, realización y Satori.
Do es la noción de origen, de identidad, la vacuidad, la esencia, Ku, la antítesis. Cuando nos volvemos Buda, Dios, las diferencias se desvanecen.

Es, también, la segunda frase del Genjokoan:

Cuando todas las existencias están vistas sin ninguna sustancia,
no hay ni vida ni muerte, ni Buda ni seres sensibles, ni práctica ni Satori.

No hay dualidad ni noción de libertad. Es el estado de tranquilidad que podéis encontrar en Zazen: Ku. Ni padres ni hijos, ni esposo ni esposa, ni ilusión ni Satori, ni vida ni muerte, ni existencia ni no-existencia.

Kai es la síntesis, pero en un sentido muy grande, profundo, mezclado, fusión, inter-penetración.

También representa la tercera y la cuarta frase de la introducción del Genjokoan.

Originariamente, la Vía del Buda se trasciende a sí misma.
No hay ninguna idea de abundancia o insuficiencia y, sin embargo,
hay vida y muerte, ilusión y Satori, Budas y seres sensibles.

Y aunque sea así, las flores se marchitan
aunque las amemos y lo lamentemos,
y la mala hierba crece por más que queramos abandonarla
y por mucho que la detestemos.

San y Do son necesarios en equilibrio.
En la vida ordinaria necesitamos San ―las diferencias, las comparaciones, los gustos, la personalidad―. En la vida de la práctica siempre hay que ir más allá de sus pensamientos, de sus ideas personales. En la práctica del Zen hay que aceptar los dos lados, sin dualidad, abrazar las contradicciones, ir más allá, abandonar el único dominio del yo e ir más allá.
Entonces, San y Do armoniosamente, íntimamente mezclados, realizan la Vía del Medio.

San Do Kai. San entra en Do. Do entra en San. Eso es Kai.

Por ejemplo, un marido y su mujer, cuando hablan juntos de la Naturaleza de Buda y luego practican Zazen, se vuelven Zen y Zen. Si entienden Zazen, ya no son marido y mujer, sino sólo Zen y Zen. San desaparece y se vuelve Do. Las formas, las figuras, no sufren un cambio. El cuerpo del hombre y el cuerpo de la mujer están siempre aquí. Es Kai.

Otro ejemplo del maestro Deshimaru:

«Cuando era joven, mi maestro Kodo Sawaki, me decía: “¡No eres mi discípulo!”, y claro, yo no estaba contento. Un día le pregunté la razón de lo que decía. Kodo Sawaki me contestó: “Porque me saludas en Gassho o en Sampai sólo enfrente de los demás, en el Dojo, pero no lo haces cuando estoy en el aseo, o lavándome la cara, o cuando duermo, o cuando bebo sake. No haces Gassho y Sampai en estas circunstancias. Así, no eres mi discípulo. Cuando haces Zazen, Sampai, en el Dojo, entonces eres mi verdadero discípulo. En el bar, en el café, no eres mi discípulo. Tú y yo somos íntimos, Do, pero no San. Recibir el Kyosaku es San. En este momento eres mi discípulo y yo soy tu maestro”.»

Durante la vida, incluso entre maestro y discípulo la mezcla, la fusión, son necesarias. Entre San y Do ―como entre Shiki y Ku―, el Kai ―la unión, la síntesis― es necesario. Si olvidamos San, el orden está quebrado; si olvidamos Do, no hay intimidad. Kai es primordial. Realizar Kai no es fácil. Es necesario estudiar la esencia del Zen.

El maestro Daichi escribió en un poema:

La fuente de la nieve blanca y la de la primavera no es la misma.
Es como el bonito fénix bailando en el río de plata al amanecer.
Es como la nube feliz que recubre la mitad del palacio violeta.

Sandokai: la Vía del Medio. Es una de las primeras enseñanzas que dio el maestro Deshimaru en París y el primer Kusen que se editó. La Vía del Medio. Cuando manifestéis la Vía, vuestra práctica, por favor, no utilicéis San, la dualidad. Encontrad la boca sin lengua para hablar.

San: el mundo fenomenal, nuestra vida cotidiana, la personalidad.
Do: la esencia, la raíz, Ku.
Kai: la síntesis de los dos.

San y Do, armoniosamente, íntimamente mezclados, realizan la Vía del Medio. No hay que pensar San, fenómenos. No hay que pensar Do, esencia, Ku.

¿Cómo hacer?
En el Fukanzazengi, el maestro Dogen escribe: «Debemos pensar desde lo más recóndito del no pensamiento. Pensar sin pensar. Hishiryo».
“Pensamiento”, “pensar”, es San, y “no pensamiento”, “no pensar”, es Do. Hishiryo es Kai. Hishiryo es el secreto del Sandokai.

El maestro Sekito había estudiado los textos del maestro Jo ―muy conocidos en la época―, que había escrito:

El verdadero sabio, el gran hombre
recoge, reúne, mezcla cada existencia.

Realiza la fusión de todo y crea el sí mismo,
el espíritu propio de cada una de estas cosas.
Fusiona todas las existencias según su espíritu.

El sabio no tiene ego, pero cada cosa es su ego.
El cielo y la tierra son la unidad del ego.
Conciencia cósmica.
Todas las existencias son este ego.
El ego cósmico es uno con todas las existencias.
A partir de estas frases, Sekito compuso el Sandokai.

El Sandokai es corto. Tiene sólo doscientos veintiocho ideogramas, pero es la esencia de los Sutra del Buda Shakyamuni. También es el fundamento de los noventa y cinco capítulos del Shobogenzo del maestro Dogen. En la enseñanza oral entre Nyojo y Dogen, estaban presentes el Sandokai y el Hokyo Zanmai.

La sabiduría, de la que se habla a menudo en la práctica de la Vía, es ver no sólo un lado, el suyo propio ―eso sería San―, sino ver también el opuesto y reunir los dos.
La enseñanza en el Dojo es similar. A veces es Do ―el principio de la práctica de la Vía―, pero a veces también es San ―los fenómenos de la vida cotidiana o la práctica física, es decir, el Samu, como la construcción del templo o hacer la Guenmai―. En vuestra práctica debéis reunir los dos lados.

Cuando entendemos realmente el Sandokai no sólo con nuestro cerebro, sino con nuestro cuerpo entero, alcanzamos verdaderamente la esencia del budismo.

El primer poema del Sandokai dice:

El espíritu del Gran Sabio de la India
se ha transmitido íntimamente, directamente,
secretamente del Este al Oeste.

Los textos budistas siempre empiezan por el Buda. En el Shobogenzo es igual: cada capítulo empieza por la Transmisión. No es un conocimiento individual; es una sabiduría transmitida, recibida, protegida.

En el Soto Zen existe una ceremonia muy importante: la Transmisión privada del Dharma, de la esencia del Zen, en la habitación del maestro. En japonés es Nyumitsu denpo. Mitsu significa “íntimo”. Durante varios días, el discípulo recibe directamente del maestro la enseñanza del Sandokai y del Hokyo Zanmai. Las palabras y la enseñanza del Buda se transmiten al discípulo por boca del maestro y el discípulo debe realizar la comprensión de esta enseñanza. Llegado a este estado, el verdadero maestro se vuelve el Sandokai. No hay, tal como existencia humana, un maestro y un discípulo. El discípulo está en completa unidad con el Sandokai también.

El Soto Zen considera el Sandokai como un código, sus estatutos, su ley. Comprender realmente el Sandokai es realizar la Naturaleza de Buda. Comprender realmente el Sandokai es tener la llave secreta de una civilización futura. Comprender realmente el Sandokai es practicar la Vía en la vida cotidiana: Dokan, el anillo de la Vía.
Por esta razón, en Japón es costumbre cantar el Sandokai y el Hokyo Zanmai por la mañana pero, de esta forma, el tiempo de Zazen ha disminuido. Zazen, Zazen mismo, el que transmitió el maestro Deshimaru, el que practicáis, es la esencia del Sandokai y del Hokyo Zanmai. El Sandokai y el Hokyo Zanmai son la esencia de Zazen.

Mitsu es la Transmisión de maestro a discípulo desde Shakyamuni Buda; secreta, íntima, directa.

Durante algún tiempo me preguntaba: «¿Por qué dice “del Este al Oeste”?».
Cuando Dogen habla de la India, habla de “los cielos del Oeste”; cuando habla de la China, habla de “las tierras del Este”. Entonces, ¿por qué Sekito, que era chino, dice “del Este al Oeste” si Shakyamuni era indio? Porque Sekito no habla de una persona, no habla de una razón razonable que es el centro del mundo. Las direcciones son totalmente relativas. El ego también es totalmente relativo.
La enseñanza, el espíritu del Gran Sabio de la India, es universal, no está limitada ni al espacio ni al tiempo; es como el viento. La enseñanza no está limitada a la razón, a la comprensión intelectual o a las preocupaciones angustiosas a propósito de la comprensión. El espíritu del Buda, como el aire y la luz, se encuentra en todos los lugares, en todas las direcciones, en el espacio entero. El espíritu de Buda existe en todos los espíritus, en cada uno. El Sutra del Nirvana afirma la existencia de la Naturaleza de Buda en cada cosa. La Naturaleza de Buda es lo original, la esencia de cada elemento existiendo en el Cosmos. Claro que “Naturaleza de Buda” es también un nombre, podéis llamarlo “Naturaleza de Dios”, “Naturaleza”. La Naturaleza de Buda es la energía cósmica presente en cada existencia.

El maestro Deshimaru nos contaba una historia, que puede ser un poco tonta para vosotros, pero que a mí me gustó y me impactó bastante cuando era una joven monja zen:

«Un discípulo que se llamaba Eashin llevaba siempre a su vaca consigo cuando iba a escuchar las conferencias. Una noche, cuando volvía a casa después de haber oído una conferencia sobre el Sutra del Loto ―Hokei Kyo―, la vaca con su pezuña escribió un poema en la arena: “Esta noche he oído que incluso las hierbas, los bosques, pueden volverse Buda. Estoy muy feliz porque tengo un espíritu”».

¿Qué significa?
La vaca pensaba que las plantas, los árboles, no tenían la posibilidad de realizar la Naturaleza de Buda porque no tenían espíritu. Sin embargo, ella tenía uno. «Soy sólo un animal, pero tengo un espíritu y poseo igualmente la Naturaleza de Buda. Mi maestro me ha dado hoy una enseñanza preciosa. Puedo comprender mediante este espíritu.

«Pero esta vaca ―decía Sensei― tenía un espíritu demasiado dogmático, demasiado apasionado. La hierba, los árboles, las piedras…, todos los elementos del Cosmos poseen la Naturaleza del Buda, son totalmente la Naturaleza de Buda. Todo es espíritu, el Cosmos entero. Todas las existencias del Cosmos realizan este espíritu; así, el Cosmos mismo es este espíritu».

El espíritu del Gran Sabio de la India
se ha transmitido íntimamente, directamente,
secretamente del Este al Oeste.

El Oeste es el sitio del paraíso, la tierra de los Buda, de los seres que encuentran de nuevo su naturaleza verdadera. Para los japoneses, Francia es Bukoku: el país de los Buda. Bukoku, al Oeste. Pero, ¿dónde reside el Oeste?
Cuando el maestro Nyojo dio la Transmisión del Dharma a Dogen a través de la ceremonia en su habitación, éste ya había recibido una enseñanza de siete días. Su compresión del Zen estaba acabada ―pero eso no significa que Dogen parase de practicar Zazen.
Nyojo le dijo: «Te he dado la enseñanza de la pura esencia del Zen. Incluso si no has tomado notas, debes acordarte de ella. Te doy el Kesa y el cuenco ―símbolos Zen de la esencia del Buda transmitida por Bodhidharma―. Hoy has entendido, no con tu conciencia y tu inteligencia, sino con tu cuerpo, el sentido profundo de esta enseñanza. Sólo tú entiendes, los demás no han asido esta esencia. Podré morir ahora sin pena. Ahora está escrito directamente el espíritu de la Transmisión íntima, directa, secreta».

En el budismo, en el Zen, “espíritu” ―Shin―, se traduce en algunos libros por “corazón”. Los chinos dicen “espíritu-corazón”, pero realmente significa “el Espíritu de Buda” ―Bodai―; no de un Buda mítico ni de una imagen de Buda, sino del Buda que existe en todos. Buda significa “eterno”.

La Naturaleza de Buda es la energía cósmica presente en cada vida. El espíritu de Buda está presente en todas partes. Hacerse Buda es reconocerlo, darse cuenta. Este espíritu no está limitado al cuerpo del Buda Shakyamuni; es el Espíritu Universal, el verdadero Cuerpo Universal que no está limitado tampoco a nuestro cuerpo que conocemos. El Cuerpo Universal es el cuerpo de todas las existencias. Todas las existencias que van y vienen en el Gran Océano, que aparecen y desaparecen como las olas; todas tienen el Cuerpo de Buda, todas tienen el Espíritu de Buda sin saberlo, sin reconocerlo.

El verdadero Cuerpo Universal es lo que se llama Dharma-Kaya: el Samadhi, la Naturaleza de Buda sin comienzo ni fin. No nacido, no desaparecido, eterno, ilimitado, infinito en el tiempo y espacio. La comprensión que podemos tener intelectualmente del Dharma-Kaya no es completa, no es auténtica porque se bloquea siempre con el reconocimiento intelectual y hay un espacio de tiempo de retraso.
La verdadera comprensión viene del fondo del cuerpo, de la unidad cuerpo-mente. Comprender Ku ―la vacuidad― con la mente es imposible. Bodai, el Espíritu del Buda, es lo que realizó Buda en los cuarenta días de Zazen debajo del árbol de la Bodhi. Ku, realizar el Gran Cosmos y comprender la cadena de causas y efectos.

Hay personas que son muy inteligentes, pero no se trata de inteligencia. Se trata de practicar la inteligencia viva. Es difícil de expresar. Inteligencia viva significa que no está fijada en el único dominio del ser y su mente. La inteligencia viva se transforma con los fenómenos que encuentra. Es, finalmente, el equilibrio biológico de un organismo. Muchas veces, una desmesurada importancia de la inteligencia estática, encerrada en el ego del ser humano, impide que Shin aparezca y se realice.

Buda es unidad con el Cosmos, una unidad donde las dos partes de la pareja ―les deux partenaires― se conocen perfectamente

Cuando estamos sentados en Zazen, Zazen mismo es el espíritu de Buda e incluye todo el Cosmos.

“Íntimamente, directamente, secretamente”. En japonés es una sola palabra: Mitsu. Íntimo, cara a cara, ni siquiera un pelo entre el alumno y el maestro, unidad acabada completamente. Sin mirarse, el rostro del maestro y el rostro del alumno hacen uno sólo. Los demás no pueden entender; solamente ellos entienden. Con mi maestro Taisen Deshimaru me ocurrió algo así en la Gendronniére en el último año de su vida. Ya todo era claro.
Cada uno de nosotros posee este Espíritu antes de su nacimiento y continúa durante su vida: Ku, vacuidad. Buda, Bodhidharma y los maestros de la Transmisión ―como Eka, Eno, Yakusan, Sekito…―, lo han realizado, lo han encontrado de nuevo. ¿De dónde viene este Espíritu? De todas partes, pero no podemos comprender el manantial original.

Gensha iba de peregrinación. Un día, en el camino, se arrancó una uña del pie. El dolor era muy fuerte. Entonces, se preguntó: «¿De dónde viene este dolor?». Y volvió al templo de donde había salido.
El maestro le preguntó:
―¿Por qué vuelves? ¿Has renunciado a tu viaje?
Gensha contestó:
―Bodhidharma no ha venido del Oeste, Eka no ha ido al Este.

Todo es igual. El Cosmos entero no tiene fronteras, no tiene nacionalidades. Bodhidharma habita el Cosmos, el espíritu de la Naturaleza de Buda no tiene ni comienzo ni fin. Es ilimitado.
Si entendemos conscientemente la Naturaleza de Buda, hay dualidad, separación, ideas de llegar a ser, de alcanzar con voluntad.
Cuando los buda se hacen Buda, no pueden tener la sensación de ser Buda. Cuando nos volvemos objetivamente Buda, no podemos sentirlo. La Naturaleza del Espíritu de Buda está realizada sólo cuando la olvidamos. En este instante preciso, somos auténticamente Buda.

Mushotoku, sin meta, sin espíritu de provecho.
Hishiryo, más allá del pensamiento y del no pensamiento.

La gallina y el huevo son distintos: la gallina no es el huevo y el huevo no es la gallina. Pero, al final, el huevo se transforma en pollito. La gallina con su pico golpea la cáscara del huevo y, simultáneamente, desde el interior, el pollito contesta. La madre golpea, el pequeño contesta, la cáscara se rompe y el pollito ve la luz. El pollito lo ignora todo del huevo, y el huevo no tiene conciencia del pollito, pero ha habido un cambio: un pollito ha nacido.
Con la Naturaleza de Buda es igual: el espíritu de la Naturaleza de Buda no tiene conciencia del hombre ordinario, y el hombre ordinario no puede tener conciencia del espíritu de la Naturaleza de Buda, pero los dos existen juntos, sin separación.

Ayer realicé algo que me dio mucha felicidad leyendo la enseñanza del Sandokai. Me he dado cuenta de que, desde que llegué a Madrid, he estado buscando a la persona del Sandokai. Quería que los alumnos que pasaban por el Dojo fueran esta persona del Sandokai, como algo fabricado, y no entendía que no pudiera encontrarla. Pero era una equivocación. Ahora me doy cuenta, con estos comentarios, de que esta persona del Sandokai no es algo corriente, no es algo evidente, tampoco es algo fabricado.

La fe entre el alumno y el maestro es fundamental. El maestro mira al alumno desde la cima de la cabeza hasta la punta de los pies, pasando incluso por el ano. A su lado, el discípulo entiende todo del maestro. Es la fe verdadera. De Buda a Buda, I Shin den Shin, sin separación, Mitsu.

En las personalidades humanas,
las sensaciones y la inteligencia difieren
pero, en la Vía, el Sur y el Norte no existen.

Estos dos primeros poemas constituyen la introducción del Sandokai.
Cada persona es distinta, la inteligencia en cada ser humano es variable, pero, en la Vía, todos los seres son idénticos. Las fronteras, las distancias, el Sur y del Norte no existen más. Es un punto importante: encontrar el manantial puro del espíritu del Despertar en sí mismo, con su propia práctica, sin voluntad ―la voluntad funciona con una meta―, pero con esfuerzo, porque a veces es difícil romper la cáscara.

En Zazen, observación y concentración. Observación de Zazen ―no observación de uno mismo, personal; sólo Zazen: la postura de las manos, los pulgares, los codos que no hacen contacto con el cuerpo, los hombros que caen, la cabeza, la nuca recta pero no demasiado tensa, el mentón entrado, la boca cerrada, la lengua en el paladar, las rodillas que empujan el suelo, la cabeza que empuja el cielo, la columna bien recta, la pelvis basculada a la altura de la quinta vértebra lumbar, los isquiones que empujan el Zafu. Observamos todo eso.

No es Zazen lo que es extraño, sino más bien el extraño es el cuerpo, que no puede entrar en Zazen. Observamos la unidad entre cuerpo y Zazen, observamos la respiración.
Ahora parece que hay diferentes escuelas de respiración en Zazen. Yo sigo la de mi maestro, la respiración abdominal, con una espiración que lleva el aire hacia la parte inferior del ombligo, lo que se llama Kikaitandem o, vulgarmente, Hara. Kikaitandem es “el océano de la energía”, “el campo del cinabrio”, una palabra taoísta que refleja la vitalidad, incluso la inmortalidad. El océano de la energía es muy importante para que nuestra actividad vital no se vea atascada por otras actividades del cuerpo, ya sean las intelectuales, las emocionales o las sexuales.

Practicamos en la vida de los fenómenos en el sentido del Sandokai: fenómenos y esencia se interpenetran, se mezclan. Nuestro cuerpo, en cierta manera, es el testigo, el que recibe. Cuando hay atascos en uno de los tres campos, la energía no funciona bien y aparecen las enfermedades, los deseos inalcanzables, las complicaciones.
La respiración del Zen es muy sabia. La espiración profunda nos permite limpiar la sangre, los órganos y la mente. También nos permite permanecer largo tiempo en Zazen. El soplo del aire durante la espiración toma posesión del vientre y se expresa. Cuando espiramos hay como un empuje debajo del ombligo contra los intestinos, pero sin forzar. Cuando se está concentrado en la espiración, automáticamente la mente se tranquiliza y podemos llegar a experimentar la unidad entre mente y cuerpo: Hishiryo. Hi: más allá. Shiryo: pensamiento.

No estancar la mente, no intentar atraparla. Sólo concentrarse en la postura de Zazen, en la posición de los pulgares y en la espiración. Concentrarse en la inmovilidad y la calma de la postura. Ser como una montaña.

En la Vía del Buda sólo hay una enseñanza, aunque se manifieste de formas distintas, aunque las sensaciones y la inteligencia de las personas difieran. Esto es la parte concreta del Sandokai: la interpenetración de los fenómenos y la esencia. No es algo abstracto. Kai: lo que hacemos para equilibrar estos dos aspectos de nuestras vidas.

El manantial espiritual es puro y brillante,
sólo los afluentes turbios corren en la oscuridad.

Reigen, “el manantial espiritual”. Myo, “brillante”.
Sekito sigue dirigiéndose a la persona del Sandokai, a la persona de la Transmisión. Reigen Myo Sho.
La oscuridad aquí no tiene nada de malo; se refiere más bien a la ignorancia.
La imagen es muy bonita: el agua siempre nueva que sale del manantial, del Espíritu de Buda, nunca manchado, que sale, que corre. Por otro lado, los afluentes turbios que se pierden en la oscuridad del bosque, entre las raíces de los árboles… Parece ser que el agua que se estanca ha perdido su pureza original, pero también es una ilusión, porque es el mismo agua. Esta pureza, esta claridad, es el agua.

El Sandokai es un poema liberador que nos salva la vida. Si nos damos cuenta de que el manantial de la originalidad personal es Ku, existencia sin noúmeno, realizamos la comprensión del manantial de nuestras ilusiones y de lo insondable, lo ilimitado de la conciencia infinita.

Cuando la mente está tranquila, cuando no hay demasiados pensamientos, hay una subida del subconsciente que, en general, se expresa a través de los deseos, un cortejo de formaciones mentales. Entonces podemos comprender la complejidad de nuestra mente, los deseos ilimitados que se levantan de esta conciencia ilimitada.

Un poema dice:

Los deseos son ilimitados,
la liberación es ilimitada.

“Sin límites”, en chino, es la forma de escribir “infinito”. Cuando llegamos a esta verdadera originalidad, nos damos cuenta de que el manantial espiritual es Ku: sin sustancia, sin esencia. Los deseos son como sueños, flores de vacuidad, entonces, ¿por qué sufrir por ellos?

Se puede decir que el manantial espiritual, brillante y puro, es manchado por la corriente de los fenómenos de la vida, pero esto no es la Vía del Zen. Realmente hay que jugar con estos fenómenos, es decir, vivirlos con la sabiduría que nace del Zazen, aceptar el juego de la vida. Los dados están trucados; siempre salimos perdiendo, pero así es el juego.

En el Maka Hannya Haramita Shingyo, se dice: Ku soku ze shiki; shiki soku ze ku.
Ku soku ze shiki. Ku, la vacuidad, no es diferente de los fenómenos; shiki, los fenómenos, no son diferentes de Ku, la vacuidad. Es el fundamento de la práctica Zen y la norma de vida de una persona del Sandokai.

“El manantial espiritual es puro y brillante”. Es infinito, pero no podemos atrapar esta luz. Es como el agua que pasa entre las manos, sólo podemos estar más íntimos con ella.

“Sólo los afluentes turbios corren en la oscuridad”. Han olvidado el origen, pero es el mismo agua.

Cuando en Zazen entendéis vuestra verdadera Naturaleza, realizáis también lo que son vuestras pasiones, Bonno.
En fin de año, el día treinta y uno por la noche, se realiza la ceremonia de la campana de los ciento ocho Bonno ―ciento ocho, como las cuentas de los rosarios budistas―. Cada uno toca una o varias veces la campana grande. Son los Bonno del año, que han acabado y han pasado. Se toca a medianoche, antes del primer día del año. Así, todos los Bonno o pasiones son abandonadas, vuelven al cosmos, sin noúmeno, sin esencia propia.

“Los afluentes turbios corren en la oscuridad”. Oscuro en el sentido de profundidad, de fenómeno profundo, creado. Los deseos ilimitados se levantan del Shin, del fondo de la conciencia infinita. Nuestras necesidades biológicas crean, provocan el mundo del deseo; así estamos hechos. Pero, por otro lado, Zazen puede abrir el Ojo de la Sabiduría ―este famoso tercer ojo del que hablan algunos escritores charlatanes―. El Ojo de la Sabiduría permite el equilibrio entre San y Do, la relación entre Shiki, los afluentes, y Ku, el manantial: el manantial de Shiki es Ku, vacuidad sin noúmeno, sin esencia propia, y Ku se transforma en Shiki a través del medio. La raíz se vuelve ramas, hojas, frutos y de nuevo el ciclo empieza como un círculo. No hay forma ninguna de estancarse. Dokan: el anillo de la Vía.

Ku soku ze shiki; shiki soku ze ku.
Finalmente los dos lados se identifican, se produce una mezcla íntima, no hay dualidad. La raíz no puede afianzarse y decir: «Sin mí no puedes existir». Y las hojas no pueden contestar: «Sin mí no puedes existir». Los dos son necesarios: San y Do. Cuando se hacen íntimos están completos, son Kai.

Mi maestro repetía a menudo: «Bonno soku Bodai»: “Las pasiones se vuelven satori”. Por un lado las pasiones, por otro el despertar. Están separados, cada uno tiene su posición pero se fusionan. La persona del Sandokai vive en esta fusión sin dualidad. Es Dokan.

En la práctica de Zazen hay equilibrio entre Kontin y Sanran. Kontin: demasiado Ku, estar bloqueado, oscuridad, no-diferencia, uno se vuelve demasiado nada. Lo opuesto, permanecer sólo en los fenómenos, es Sanran, cuando uno tiene demasiados pensamientos en Zazen. Los pensamientos son como monos que saltan de rama en rama. Todo el cuerpo sigue esos pensamientos aunque no se mueva. En Sanran el cuerpo se complica, se baña en la dualidad, se hunde, está manchado, cenagoso. Así como el agua estancada es cenagosa, el agua demasiado movida por los fenómenos está manchada, contaminada.
Hay que encontrar la Vía del Medio entre Kontin y Sanran en Zazen y también en la vida cotidiana. De este modo la vida cotidiana se nutre de la Vía. Así, la vida cotidiana se aclara por la intimidad de Zazen y lo mental recibe los fenómenos de la vida cotidiana -Shiki- y los transforma, los pacifica. Todo esto es una práctica concreta, real, de la existencia, no es un sueño. Y a partir de ahí, de este equilibrio, los fundamentos del futuro se construyen con nuestra propia creación, sin dualidad.

Demasiado apego a los fenómenos es causa de ilusión.
Seguir, encontrar la Esencia, no es el verdadero Satori.

Es una frase muy importante porque expresa exactamente el carácter del Soto Zen y el origen del Budismo Mahayana, la Vía del Medio.

El kanji “Ji” significa “fenómeno”, “existencia”; es un hecho, una materia, no una idea. Apegarse demasiado a los fenómenos provoca más ilusión; hacer del Satori otra ilusión es totalmente erróneo.

En Europa, Kant ha declarado: «Debemos reconocer el mundo de los fenómenos, pero la materia misma no puede dar pruebas». Podemos hablar de Dios sin poder certificar la existencia de Dios. De esta forma, el mundo de Dios se queda en el mundo de las ideas, de Ku, la espiritualidad, separado del mundo de Shiki, la materia.
Para Dogen el espíritu y la materia están en unidad, son nuestra totalidad. Si fuéramos sólo sustancia no necesitaríamos cuerpo. Como los dos existen, deben existir juntos. Del mismo modo que ir sólo del lado de los fenómenos es causa de ilusión, también ir sólo del lado espiritual es ilusión.

El maestro Dogen dice en el Genjokoan:

Es una ilusión interpretar
la miríada de fenómenos como el ego.
El Satori es certificar el ego
avanzando con las miríadas de fenómenos.

En el discurso de Dogen, fenómenos y Satori no están separados; es maravilloso. Y además se estudia en la práctica.

Sigue diciendo:

Los que tienen la experiencia del Satori
en relación con la ilusión, son llamados Buda.
Los que del Satori hacen una ilusión más
son llamados seres ordinarios.

La Vía del Medio es esta práctica, este equilibrio entre el mundo inmaterial ―vamos a decir, el mundo elevado de la Vía― y el mundo ordinario. Es como cuando se habla de la buena postura de Sariputra cuando estaba cagando. La Vía del Medio y la práctica del Zen ponen atención en el cuerpo, en la concentración en el cuerpo, en los actos.

Algunos dicen: «¡Oh, tengo el Satori!». Los que tienen el Satori son siempre aquellos a los que no les suele gustar el Samu. El Satori va y viene, no es algo que tenemos, sólo es la expresión secreta del mundo aquí y ahora. Secreta no en el sentido de escondido, sino en el sentido de que no lo reconocemos. Conocer de nuevo, reconocer de nuevo. Cuando el filtro del ego, de la conciencia subjetiva, se deshace, el ser cambia de posición.

Ya hace dos mil años el budismo consideraba el existencialismo y el nihilismo como problemas fundamentales: el ser, el no ser, la aparición y la desaparición. Lo que digo ahora no hay que considerarlo desde el punto de vista de la idea o la razón; es más bien otro sistema para considerar las cosas de la vida que nace de Zazen.
¿Dónde se encuentra la verdad? ¿Cómo se define la existencia? Tener un solo punto de vista es quedarse en el error. Por un lado, el existencialismo: adherirse al mundo de los fenómenos ―como la mayoría de la población de la tierra―. Kierkegard, Sartre, Jaspers…, los filósofos existencialistas del siglo pasado. Debemos crear apoyándonos en ambos lados, en los dos puntos de vista. No hacer un Dios a la imagen del hombre, sino un hombre a la imagen de Dios.
En general, hay un ego que se manifiesta en las acciones. Pero, ¿qué es el ego de Zazen? ¿Dónde se encuentra? Muchas búsquedas en el mundo filosófico europeo, pero el budismo había resuelto ya el problema en la época de Nagarjuna con la Vía del Medio: ni existencialismo, ni nihilismo. Jaspers estudió la enseñanza de Nagarjuna y encontró la profundidad del único existencialismo. El último objeto, el último principio del Cosmos, no se encuentra en el cerebro frontal subjetivo, se encuentra en el Cosmos entero.

El hombre debe seguir el sistema cósmico. La conciencia del cerebro pre-frontal no puede armonizarse con el sistema cósmico. La prueba es el mundo que construimos. En el mundo occidental, los científicos descansan en el pensamiento del cerebro frontal, sin ninguna conexión con el orden cósmico o el orden de la naturaleza. Así, nos encontramos en un callejón sin salida.
La Vía del Medio.
Tenéis siempre metas, siempre queréis provecho y finalmente os aburrís, la vida no cumple vuestros sueños. Dad la vuelta, empezad a profundizar la práctica Mushotoku. En lugar de coger, en lugar de trabajar por dinero para comprar esto y aquello, que perderéis rápidamente cuando muráis, hacer Samu ya es un pequeño cambio, un cambio de naturaleza. Abandonad vuestros problemas, no quiero vuestro dinero, abandonad vuestras posesiones mentales. Despojar cuerpo y mente es la Vía del Medio.

En el Genjokoan, el maestro Dogen dice:

Es una ilusión practicar e identificar
los miles de fenómenos a partir del ego.

Es decir, sólo con nuestro juicio y conciencia personal, desde el punto de vista subjetivo. Los fenómenos del mundo no son yo.

El Satori es practicar y certificar el ego
avanzando con los miles de fenómenos.

Avanzar, es decir, que hay un movimiento. Nuestra visión subjetiva de las cosas tiene tendencia a fijarse. Nuestra visión tiene una rutina, ya nos parece que conocemos el mundo, no tiene sorpresa para nosotros. Pero el mundo cambia a cada instante, yo también cambio a cada instante. Entonces, ¿dónde podría fijarse el conocimiento?
Avanzar con los miles de fenómenos. Los miles de fenómenos nos crean, nos cambian a cada instante, y creamos también los miles de fenómenos. La conciencia puede abrirse.
Durante el Samu en Shorin-ji hubo un niño de cuatro años ―su madre es una antigua amiga―. Cuando llegaron, vinieron a mi cabaña. Los niños son muy observadores. Rápidamente vio mi escoba de paja y dijo: «Es una escoba de bruja». «No, es una escoba», dije. El niño conocía virtualmente la escoba por los cómics, por los dibujos animados, pero nunca la había visto de verdad. Desgraciadamente esta es la dirección de nuestra civilización, de nuestra sociedad: olvidamos la cosa real. Practicar Zazen es volver al mundo concreto de aquí y ahora. Observar el mundo concreto con la inocencia de un niño que ve las cosas por primera vez y pregunta.

Los que tienen la experiencia del Satori
con respecto a la ilusión, son llamados Buda.
Los que del Satori hacen una ilusión más
son llamados seres ordinarios.

Por un lado Dai Go: la Gran Realización. Por otro lado Ma Yoi: ilusión.

Además, están los que obtienen más Satori en el Satori
y los que crean más ilusión en la ilusión.
Cuando los Buda son exactamente el verdadero Buda,
no necesitan ser conscientes del hecho de serlo,
no necesitan comprenderlo.

Sólo viven, existen con este espíritu que no se fija en ningún lugar.

No obstante, son Buda certificados objetivamente
y continúan certificando el estado de Buda.

¿Cómo certifican su estado de Buda? Practicando la Vía, Dokan, sin principio, sin fin.
Es el Genjokoan, de Dogen. Es el mismo discurso que el del maestro Sekito, trescientos años después.

Regidos por la ley de interdependencia,
todas las puertas y todos sus objetos
se interpenetran, juntos y no juntos.
Los dos pueden reunirse armoniosamente,
pero si este encuentro armonioso no ocurre,
cada uno vuelve a su posición.

¿Qué significa? Las puertas son los sentidos. En Oriente hay seis sentidos. Gen Ni, Bi, Ze, Shin, I ―como en el Hannya Shingyo―: los ojos, las orejas, la nariz, la boca, el cuerpo, el tacto y la conciencia. Se trata de las puertas de nuestro cuerpo.
¿Por qué pensamos? ¿Por qué vemos? ¿Por qué oímos? ¿Por qué probamos? ¿Por qué sentimos? Gracias a los órganos de los sentidos, las seis entradas y sus objetos.
Por ejemplo, no necesitamos la nariz cuando miramos un cuadro, no tocamos una tela con los ojos. Pero cuando oímos un perro, las orejas son las puertas del sonido; cuando miramos una flor, los ojos son las puertas de la visión. Eso ilustra la primera parte: “Todas las puertas y todos sus objetos se interpenetran, juntos y no juntos”.
Ahora recibimos muchos estímulos, mucha información, muchos movimientos en la ciudad, en las casas: la televisión, la radio, el ordenador, la pantalla, los videojuegos, los móviles… Entonces, pensamos que la puerta ―la visión― y el objeto son una sola cosa. Es una equivocación. En Zazen podéis comprender. El maestro Deshimaru decía: «Practicar Zazen es como apagar la televisión, cortar el contacto». Hoy día, el contacto con la visión y el oído es demasiado fuerte, influye demasiado la mente. Por otro lado, el tacto se olvida y la conciencia se estrecha.

“Juntos y no juntos”. “Juntos” expresa una profunda relación de interdependencia, como entre la raíz y las hojas de un árbol. “No juntos” significa que cada uno es libre, independiente, como si la raíz se quedara sólo siendo la raíz y las hojas se quedaran siendo sólo las hojas. Cada uno está en su posición existencial de las puertas y los objetos. Los objetos no son las puertas y las puertas no son el objeto. Creer lo contrario es una ilusión.

La puerta principal del ser humano son los ojos. Para los perros, es el olfato: «Hay una mierda por aquí. ¡Tengo que encontrarla!», y el perro sigue el olfato. Los gatos están más con los oídos y los ojos.
La sexta puerta es el sistema nervioso, la conciencia, los pensamientos, los conceptos del mundo.

“Juntos y no juntos” en chino es Ego To Fu Ego.
Ego: juntos. Fu: negación, no juntos.
En un árbol, hay una relación armoniosa de interdependencia entre la raíz, las hojas, las ramas… Eso es Ego: juntos.
En Fu Ego, la raíz se queda con sus características, en la oscuridad. Si se deja la raíz al aire, el árbol morirá casi seguro. Si se ponen las ramas debajo de la tierra, tampoco podrá resistir a la falta de luz, de aire. Así que, Fu Ego: cada uno, los objetos y los sentidos, tiene su posición.
La ilusión de la que habló el Buda Shakyamuni es ver sólo el lado de lo subjetivo ―es decir, que las imágenes, las formas, los sonidos, son sólo míos―. Conceptualizamos los objetos del mundo y nos acostumbramos a ellos. Se produce ilusión, equivocación, repetición, rutina, que no son la verdad.
Ego To Fu Ego: cada uno depende de la posición del otro y cada uno es libre. El objeto no penetra el órgano de los sentidos y el órgano de los sentidos no penetra el objeto. Cada uno se queda en su posición, tal como las relaciones entre la luna y el agua: la luna no es mojada por el agua y el agua no es perturbada, no es molestada por el reflejo de la luna.
Así empieza la dimensión de la libertad en relación con la actividad de los sentidos y en relación con el apego que puede nacer de la relación entre los sentidos y los objetos. Es la Segunda Noble Verdad que enseñó Shakyamuni Buda, el sufrimiento en el que mucha gente está hundida perezosamente. Por ejemplo, si el agua está sucia, el reflejo de la luna nunca está manchado por esta suciedad. Una conciencia pura, sin mancha, incluso en contacto con las impurezas, nunca estará manchada; recibirá esta influencia durante un instante corto, pero encontrará de nuevo su condición normal.
Ego significa “combinación”, “unión”, “función”. Unión de los órganos de los sentidos que se vuelven unidad, sin relatividad. Fu Ego significa dualidad entre la relatividad de los órganos de los sentidos y sus objetos, que se quedan en sus posiciones existenciales.
Existen los dos: Ego y Fu Ego, Fu Ego y Ego, juntos y no juntos, no juntos y juntos. No es una sola dualidad, sino el maravilloso principio del Zen, de la interdependencia inviolable y sin intervención.

Cuando se practica Zazen, al principio hay que poner toda la energía en la postura, en la práctica. Es importante ir al Dojo, iniciarse, hacerse íntimo con Zazen durante largos años, sin complicación. Y llegado el momento, hay que comprender también el espíritu del Zen, que no es la manera en que pensamos en la universidad, en la escuela o en cualquier lugar del mundo ordinario.

En el Sandokai Sekito habla de la forma de relacionarse con el mundo. Creo que el ser humano vive ahora una crisis intelectual porque los conceptos, la razón y la inteligencia tal y como los construimos no valen para explicar el mundo. Ya sean biológicos o físicos, estos conceptos no son suficientes. Hay algo que falla y, aunque se aprende o se estudia, no llegamos a una comprensión del universo porque la comprensión está relacionada con conceptos ya establecidos. Es importante ir más allá; no sólo para nosotros, en Zazen, creo que es una necesidad para la humanidad.
Esta mañana estaba leyendo un artículo de un científico sobre la neurogénesis ―la facultad que tienen las neuronas para desarrollarse de nuevo―. En la aparición de estas neuronas quedaba un factor desconocido todavía y el científico decía: «Cuando podamos reconocer este factor, podría servir de herramienta para curar las lesiones cerebrales». En este momento pensé: «Hay una equivocación, porque la herramienta ya la tenemos, ya forma parte de nosotros». Sólo tenemos que descubrirla en nosotros mismos, reconocerla, reconocer de nuevo nuestro funcionamiento. “Reconocer de nuevo” es la traducción de la palabra Satori.

En general, el estudio se hace del exterior al interior, pero debemos poder comprender del interior al interior. Es también el significado de la condición normal. Practicar Zazen es volver a la condición normal. Eso es el
Satori.

En Zazen la conciencia del estado del espíritu es importante. Hishiryo: más allá del pensamiento, más allá del no pensar. «Pensar sin pensar», decía mi maestro. Dejar que aparezcan los pensamientos, pero no seguirlos. Espirar profundamente; de esta manera, aparece el no-pensamiento que está entre dos pensamientos. No establecerse en su pensamiento, dejar pasar, tener una posición objetiva con sus pensamientos. Que la conciencia sea sólo una puerta y los pensamientos una materia del mundo, un objeto del mundo condicionado por nuestra existencia pasada y futura.
Tenemos que encontrar nuestra verdadera función, función de ser humano, función de existente. ¿Cómo cumplir esta función?

El maestro Sekito dice:

La esencia de todos los objetos visibles posee,
según cada objeto, cualidades e imágenes diferentes.
La raíz de la voz cambia según la felicidad o el sufrimiento.

Esta oscura profundidad es el mundo de la combinación
de los elementos en todas las direcciones:
arriba, abajo, en el medio.

Pero, en presencia de la luz, los objetos son claros,
y en su posición existencial podemos distinguir
lo que es puro de lo que está manchado.

Los objetos visibles tienen una forma, una figura, son ensamblajes de luz. La voz es sin forma, es ensamblaje de tinieblas. Pero la oscuridad de la que habla Sekito no es algo negativo, sino simplemente que siempre hay dos lados: luz y oscuridad. Por ejemplo, cuando miramos nuestra cara en el espejo está luminosa, aclarada; en cambio, los órganos internos de nuestro cuerpo están en la oscuridad, son oscuros. No los conocemos, pero no por eso no existen.
La oscuridad aquí es, más bien, el lugar no diferenciado donde se combinan, se ensamblan los objetos. No podemos encontrar la raíz de la voz. La combinación de los elementos, la combinación del individuo, la dispersión. Tenemos que aprender la observación de nosotros mismos, pero este aprendizaje no es algo sólo individual; es la interrelación entre yo, mis puertas y los objetos del mundo.

En el Bendowa, el Maestro Dogen dice: «Una conciencia es diez mil años». Si observamos nuestra conciencia, nos damos cuenta de que va y viene hacia el pasado y el futuro. Pero el pasado no existe, no lo podemos atrapar. Realmente no podemos decir: «Era así». Es como la trama de un tejido. Nuestra visión del pasado es subjetiva, y por tanto, ya hay algo que no está completo. Tampoco el futuro existe; todavía no existe. Podemos tener metas, sueños, pero el futuro depende de una multitud de hechos, no depende sólo de nuestro deseo. Y el presente lo dejamos pasar. Tampoco lo podemos coger, atrapar. Eso no significa que no seamos nada, sino que los recuerdos, a los cuales nos atamos a menudo emocionalmente y a los que nos atamos también para establecer el yo, se pueden cuestionar. Hay que saber eso.
La relación con el pasado en el Zen no es que no hay memoria. No hay que pensar eso, no es exacto. Diré, más bien: más memoria, pero una memoria que no es subjetiva o emocional, sino una memoria material. Es difícil de explicar y no es la razón la que habla, sino más bien la intuición. Es la memoria de las montañas, del agua, de los ríos, de los bosques, la memoria de la tierra, del cielo. La unidad, la unidad con nuestra realidad aquí y ahora. La realidad que no es mía, que no es sólo mi punto de vista, pero que vuelve hacia mí con las seis puertas juntas y no juntas. Con esta memoria aparece la igualdad de las cosas o de los seres. No son mi posesión, pero son como yo. Aparecen, desaparecen, juntos o no juntos, los encuentro o no los encuentro. No hay una necesidad, no hay una meta. Es lo que crea el hombre del que habla Yoka Daichi al principio del Shodoka. Es lo que crea un hombre libre que no busca el Satori, que no se aparta de las ilusiones.
La libertad consiste en estar en armonía, seguir el orden cósmico. Es volver a la condición normal. No se trata de ser un gran maestro, no se trata de ser un monje voluntario, no se trata de alcanzar el gran nirvana, sino de encontrar de nuevo la condición normal. Eso es el Satori. Como veis, no hay nada que esté fuera de alcance: volver a la condición normal.

La naturaleza de los Cuatro Grandes Géneros
vuelve automáticamente a su fuente
como un niño que encuentra de nuevo a su madre.

Los Cuatro Géneros son los elementos básicos de nuestro mundo: la tierra, el fuego, el agua, el aire. En la medicina china hay uno más, pero en la filosofía budista sólo existen estos cuatro elementos básicos.
¿Qué quiere decir esta frase? Que somos la misma materia, la misma sustancia que todo el universo. Un ensamblaje distinto, a veces una definición más elaborada, pero somos materia formando parte del universo. No debemos rechazarlo.
Es muy importante para el ser humano encontrar de nuevo la unidad con el cosmos, la unidad con los Cuatro Grandes Géneros. Es decir, que es una función natural. No podemos aislarnos de la naturaleza. Si nos aislamos, la perdemos de vista, hacemos como si no existiera y la destruimos. No podemos alejarnos de la naturaleza porque necesitamos también esta naturaleza para encontrar nuestra propia Naturaleza, para encontrar nuestra propia fuente.
La imagen es la de un pequeño niño que juega, corre y, súbitamente, se da cuenta que está solo. «¿Dónde está mi mamá?». Busca por todas partes y, finalmente, la encuentra de nuevo.
Es decir, la libertad, pero con el conocimiento de la fuente de esta libertad. Es lo que se llama Sabiduría.

En relación con el poema anterior, estos elementos pertenecen a la oscuridad, a lo no diferenciado. Por lo tanto, en último lugar, se resuelven en luz pura, vuelven a la simplicidad. Lo oscuro es la combinación de todos los elementos. Esta combinación no es visible, lo que se puede sentir es el resultado ―la voz, el color, el sonido―, pero, cuando vuelve a su fuente, encuentra de nuevo la simplicidad de sus componentes atómicos.
El átomo mismo es el resultado de una situación de equilibrio entre iones positivos y negativos, fuerzas de atracción y de repulsión. La profundidad oscura que reúne, que combina, incluye tanto positivo como negativo, centrípeto y centrífugo, concentración y dispersión, yin y yang.
Cada individuo está en relación con la contradicción de dos tendencias primordiales: por un lado, la tendencia a la autonomía, el poder del rechazo, la manifestación de la personalidad, y por otro, la tendencia a la comunidad, el poder de inserción, la atracción de las otras personas, el amor del otro. Es lo que llamo “individualismo” y “universalismo”.
En Zazen integramos completamente esta contradicción. En el Dojo, por ejemplo, por un lado estamos totalmente solos, y por otro lado estamos completamente con los demás. Es algo que no se puede realizar en casa, sino solamente aquí. Es un punto importante de la práctica.

Muchas veces el maestro Deshimaru hablaba del orden cósmico. Pero, ¿qué es exactamente? El orden cósmico puede ser visto como la combinación, el equilibrio, la síntesis de las fuerzas centrífuga y centrípeta. En todos los fenómenos estamos en presencia del pulso entre estas dos tendencias opuestas y complementarias: unión y separación, reunión y dispersión, luz y oscuridad, vitalidad y entropía.
Las nubes de helio y de hidrógeno que van y vienen en el espacio interestelar se reúnen, se condensan y dan nacimiento a una estrella. Esta estrella aparece, vive y, al final de su existencia, explota dispersando en el vacío oscuro las materias que servirán a la construcción, a la realización, a la combinación de una nueva estrella, de un nuevo sistema solar.
Ahora algunos científicos reconocen al hombre como polvo de estrellas. La Física Nuclear, la Astrofísica, la Biología Molecular, confirman hoy lo que expresaba hace mil años el maestro Sekito. Pero lo que afirmaba no era una analogía con los cuatro elementos, sino aquello que realizaba en la práctica de Zazen.

Los fenómenos vuelven a la vacuidad de donde proceden y los cuatro elementos vuelven a su fuente, tal como el niño que vuelve a su madre. Es una imagen de intimidad con el sistema cósmico, de intimidad con la fuente. Volver a esta intimidad es encontrar de nuevo la condición normal.
Nada excepcional, encontrar la fuente, Ku.

El fuego calienta, el viento está en movimiento
El agua está mojada, la tierra dura.

Para los ojos existe el color
Las orejas perciben los sonidos
La nariz, los olores
La lengua puede diferenciar lo salado de lo dulce.

Pero todas las existencias, como las ramas del árbol
están alimentadas por la misma raíz.

Origen y fin resultan de la misma fuente: Ku.
Origen y fin vuelven a la nada.
Noble o vulgar, como queráis.

Aquí Sekito entra en lo que él llamaba “la oscura profundidad”, la combinación entre los elementos. El fuego de leña en la chimenea y la fusión de un trozo de hielo no alcanzan la misma temperatura, sin embargo, en el origen, la fuente es el fuego. No podemos ver el origen porque reside en la profundidad oscura.
No podemos entender la esencia del aire, la fuente del viento en el cielo. El aire se mueve de una zona de baja presión hasta una zona de alta presión y se crea el viento; viento suave, viento violento, a veces, huracán. En el agua pasa lo mismo.
Numerosos fenómenos pueden producirse. Cuando cerramos los ojos, no podemos entender lo que es la vista, pero, cuando los abrimos, numerosos colores aparecen. Las siete notas musicales ―do, re, mi, fa, sol, la, si― se convierten en música mediante miles de combinaciones.
¿Cuál es la fuente?, ¿cuál el origen de todas estas vibraciones?

Un día, en el templo, un joven monje preguntó al maestro: «La campana del templo suena, mis orejas la oyen, pero, ¿dónde se encuentra el sonido?». Esta pregunta se ha vuelto un verdadero Koan.
La nariz percibe los numerosos y distintos olores. Cuando no comemos, la lengua no puede probar los alimentos, pero la función de la lengua es la de percibir las diferencias de gusto entre lo dulce, lo salado, lo agrio, lo amargo, lo picante y lo insípido. Tenemos una máquina muy elaborada pero, según la filosofía budista, antes de la sensación, existe la impresión. La impresión ya modela, cambia la sensación.
Al llegar a España, cuando vivía en Sevilla, hice una cena de gustos elaborados al estilo de Suiza: pescado crudo marinado en limón, ensaladas con ingredientes no corrientes… Hice una creación culinaria. Mis invitados eran todos españoles, sevillanos. Menos mal que pedí a una amiga que hiciera una tortilla de patata. Las mujeres lo probaron todo, pero los hombres no. La impresión, no querer algo desconocido, era más importante que la curiosidad del gusto. Interesante.
¿Qué pasa con la lengua? El sentido tiene una dependencia de la impresión general, de la conciencia, de las ideas. Puede pasar también con los ojos, con los oídos y la nariz.
Alguien me preguntó a través de internet, después de un discurso de su idea sobre la vida y la muerte: «¿Qué idea de la muerte tiene el Zen?». Yo le contesté que en el Zen la muerte no es una idea, que un olor no es una idea, que un gusto no es una idea. Olvidamos la raíz. Es lo que se llama ilusión.
Sin meta, sin objeto, nuestra mente no es tan complicada. Un objeto, una meta y numerosos fenómenos aparecen, se levantan. Una única y sola raíz produce numerosas hojas.
De una fuente única numerosos fenómenos pueden surgir, pero el origen y el fin, en último lugar, son Ku, vacuidad.
Hay numerosas concepciones: ricos, pobres, Dios, Buda, hombres, demonios… Cada una tiene su utilidad pero, en definitiva, la fuente original y el destino último vuelven a la nada.
“Noble o vulgar, como queráis”. Según el maestro Sekito, la identidad finalmente carece de valor, nuestro personaje no es tan importante. Pero también es una contradicción, porque en la vida fenomenal nuestro personaje es importante. Según Sekito, podemos elegirlo, podemos ser un personaje noble o vulgar.
Lo importante es realizar, comprender en la práctica que todas las existencias son Ku, no sólo en el momento, sino también en el origen y en el fin, en la raíz de la vacuidad.
Así que, aparece la cuestión: ¿cómo actuar, con nobleza o de forma vulgar? «Como quieras», dice Sekito. No hay una norma, no hay una forma. Sólo la misma forma que se transmite, la de Zazen. El resto poco importa, nace y muere en la vacuidad.

En la oscuridad existe la luz,
no miréis con visión oscura.
En la luz existe la oscuridad,
no miréis con una visión luminosa.

Ku soku ze shiki; shiki soku ze ku. La vacuidad no es distinta de los fenómenos y los fenómenos no son distintos de la vacuidad. Es interesante porque la filosofía oriental añade conceptos negativos ―lo que no ocurre en la filosofía occidental―: la dimensión de Mu, nada; la de Ku, vacuidad.
En la oscuridad existe la luz, en la luz existe la oscuridad. En general, en la luz no podemos ver lo oscuro y en la oscuridad no podemos ver lo luminoso, pero los dos existen juntos tal como el paso del pie derecho depende del pie izquierdo.

En un poema, Kodo Sawaki decía:

La oscuridad de la sombra de los pinos
depende de la luz de la luna.

La fuente del espíritu es clara, pero en la oscuridad todo está oscuro; así, la fuente del espíritu parece oscura. Esta fuente nunca se encuentra sin agua. Cuando se la considera oscura, alejada, sólo está alejada, pero la fuente no está seca. En general, no podemos creer que el Espíritu del Nirvana sea nuestro propio espíritu. El hombre, verdaderamente, no puede creer en sí mismo, en su totalidad, y por eso se hace ilusionista con sus pensamientos, deseos, ideas, metas…
Cuando nos retiramos a la montaña en el templo de Shorin-ji para hacer Zazen, no hacemos un retiro, sino lo que en japonés se llama Sesshin: “tocar el espíritu”. No se toca algo exótico, japonés o chino, sino que uno se toca a sí mismo, se encuentra a sí mismo, encuentra su propia luz, la luz que todos los seres humanos tienen pero que está olvidada, tapada. Cuando hacéis Zazen en el Dojo una, dos o tres veces a la semana, hay algo que pasa. Os gustaría atraparlo, pero el espíritu no se puede atrapar ―Shin Fuka Toku―; sólo podemos tocarlo.
Este poema es la materialización del Sandokai: San equivale a los fenómenos, Do es la esencia, y Kai, la combinación, sin separación. Los fenómenos existen como fenómenos, es nuestra vida cotidiana, nuestra tarea como seres vivos. Lo auténtico, la esencia, existe también en nuestra raíz de ser vivo. Zazen permite ―aunque “permitir” no es la palabra adecuada― que fenómenos y práctica se combinen, que vida material y vida espiritual no se encuentren en oposición.
Mi maestro siempre decía: «No es necesario vivir en un templo». El templo está por todas partes. Claro que para encontrarlo hay que practicar. La práctica no ha de ser superficial, no hay que tener miedo a romperse los huesos en Zazen, hay que ir más allá de su objetivo individual, abandonar cuerpo y mente.
La luz es el mundo de las diferencias, de los fenómenos, de la individualidad de cada uno que es realidad también. La oscuridad es el reino de la identidad. No oposición, no contradicción, todo puede existir junto: Ku, vacuidad. Lo luminoso se hace oscuro y lo oscuro, luminoso. La Naturaleza de Buda se hace existencia y así las existencias humanas tienen la Naturaleza de Buda, la Naturaleza Original. Pero las existencias humanas no realizan la Naturaleza Original de su existencia humana. Es un Koan, un gran Koan.
Cuando se realiza la Naturaleza de la existencia humana se produce el fin de la ignorancia y no existe ninguna diferencia entre los seres humanos y Buda. Ahora, en Zazen, sois Buda. Cuando el Zazen es profundo, todas las distinciones características desaparecen, sólo estáis sentados en la identidad con vosotros mismos. Buda aparece, pero Buda tampoco se puede atrapar. No es necesario decir «soy Buda» o «ahora tengo el satori». Es estúpido.
Soy un ser vivo, sé que soy un ser vivo. El gran secreto, el gran Koan se realiza a sí mismo. La luz y la oscuridad se combinan, se mezclan. Aunque he dicho que la luz existe en cada ser vivo, no puedo decir que es su propia luz. Hay luz, hay oscuridad, que se combinan. Cuando la oscuridad tapa la luz, podemos decir que sólo existe oscuridad, pero dentro de ella existe la luz, como el punto blanco en la figura negra del yin. Aunque estemos totalmente luminosos, también la oscuridad está presente, no desaparece, se combina, como el punto negro en el blanco del yang.
Nuestro ego es el asiento de todas las ilusiones y el Dharma es la realidad, es la Naturaleza de Buda, la condición normal realizada. Si un sabio entra en el juego de las ilusiones, no es un sabio auténtico. Un Buda que entra en el juego de las ilusiones, no es un Buda auténtico. Un preso que hace Zazen en una cárcel ya no es un preso, es un Buda.
No hay que estar preso de las ilusiones. Tenemos que entender que somos, cada uno, un producto de la ilusión. Creo que es la forma biológica de nuestro cerebro, tal como lo utilizamos, pero no hay que depender de sus ilusiones.

La práctica de Zazen, la ordenación de Bodhissatva o monje, el Shiho ―Transmisión del Dharma―, la enseñanza… A lo largo de la práctica hay una transformación. Aunque mi práctica era muy fuerte cuando mi maestro estaba vivo, mi comprensión de la Vía era totalmente distinta de la de ahora. No es que sea otra persona, no es que la práctica sea diferente, es sólo que con Zazen nos transformamos y al mismo tiempo seguimos siendo la misma persona.
La relación con los pensamientos que crean ilusiones es totalmente diferente. La relación con la vida y la muerte es totalmente diferente. Es como abrir de par en par una ventana y que el viento entre en la habitación del sí mismo, en la habitación del tesoro. Y el viento sopla, sopla fuerte, cambia las cosas de sitio, quita el polvo. Pero aunque haya transformación, también tengo la seguridad de que el espíritu que tenía al principio de practicar Zazen sigue totalmente igual, sin cambios, no hay nada que se haya quitado o añadido.
Así pues no penséis que Zazen es así o así, que el budismo es así o así, que la sabiduría es así o así. Sólo practicad como si quisierais apagar un fuego encima de vuestra cabeza. Y luego, vuestra maravillosa habitación del tesoro se abrirá por sí misma.

Luz y oscuridad crean oposición
pero dependen una de otra
como los pasos de la pierna izquierda
dependen de los pasos de la pierna derecha.

El maestro Deshimaru comenta:

«Cuando la luz se enfrenta a la oscuridad, toda la oscuridad se hace luz, no queda oscuridad. Pero si la oscuridad se opone a la luz, ésta se ensombrece, no queda luz. Vivir, miramos sólo nuestra vida. Morir, contemplamos sólo nuestra muerte.
La madera se hace ceniza. Cuando la madera se ha convertido en ceniza, la ceniza no puede volverse madera. Por eso no podemos sostener que eso es ceniza después y madera antes. Hay que comprender claramente que, aunque la madera se sitúe en la etapa dhármica de la madera, y aunque este estado lleve en él un antes y un después, la madera está más allá del antes y del después. De la misma forma, las cenizas son cenizas y tienen un antes y un después. Y también están más allá del antes y del después. La madera no puede volver al estado de madera una vez que el fuego la ha reducido a cenizas. Igualmente, el hombre no puede volver a la tierra una vez que ha fallecido.
A la luz de esta observación, el budismo no enseña que la muerte se haga vida. El budismo habla del no-nacido y de la no-extinción. La vida es una etapa y la muerte es otra etapa, como lo son también el invierno y la primavera. Nadie dice que el invierno se haga primavera o que la primavera se haga verano. Es un pasaje muy famoso del Genjokoan de Dogen».

En la acción de caminar, el primer paso no se vuelve nunca el segundo paso. El primer paso es sólo el primer paso. El paso derecho no puede ser el paso izquierdo y viceversa. La derecha no puede volverse izquierda.
Así son las relaciones entre luz y oscuridad. En la noche todo está oscuro. Las existencias están presentes, pero no se las puede ver. No hay paso de la pierna izquierda. Durante el día, todo está claro, luminoso, todo está aparente. No hay paso de la pierna derecha.
Es eso la transformación de Zazen. Poco a poco, ver todo lo que existe y realizarlo. Aparición y desaparición se suceden. No extinción, no nacido. Hay otra forma de distinguir “lo orgánico” ―como dicen los ecologistas―, la vida.

En sus comentarios, el maestro Deshimaru dice:

«La sustancia es luz; la acción es oscuridad. La fuente del espíritu de Buda se hace acción. La sustancia se transforma en acción como la alta montaña se hace océano profundo».

Es una frase muy interesante. La mayoría de nuestras acciones están en oscuridad, no nos damos cuenta de que las hacemos porque para nosotros no tienen importancia; son todas iguales, sólo acciones. Lo importante es la mente, los pensamientos, los sueños, los recuerdos…

«La sustancia es luz. La acción es oscuridad». ¿Qué es la sustancia? Vivimos en un gran misterio: el misterio de la vida, de nuestra existencia biológica. La ciencia controla intelectualmente, más o menos, lo que es la materia, pero queda una gran interrogación que no es nueva: ¿Qué es el espíritu? ¿Por qué el espíritu? ¿Cómo el espíritu? A partir de esta pregunta han aparecido y desaparecido movimientos religiosos, filosóficos. ¿Qué es la vida? ¿Cómo la vida? ¿Por qué la vida? En el budismo también se da vuelta a estas preguntas ―por ejemplo, en el Tripitaka: Las Tres Cestas, el fundamento de las normas del budismo―.
En Zazen, el método, o más bien dicho, la acción de Zazen, no es pensar a propósito del espíritu, sino encontrar el espíritu, tocarlo. Pero hay que saber que no es algo que está en el exterior o en el interior de nosotros; es nosotros, es la sustancia del nosotros. Este encuentro íntimo con uno mismo tiene lugar en el silencio más allá del pensar, más allá del atrapar, más allá del concebir, más allá del sujeto “yo” y del objeto “espíritu”.
La sustancia es luz, es yo y es felicidad. Basta con que no quede una meta para que nos demos cuenta de que eso ocurre en Zazen, aunque sea un instante: plenitud, felicidad, luz. Las acciones son oscuridad, pero la acción de Zazen la controlamos, la estiramos en el tiempo. La acción se vuelve luz.

«La fuente del espíritu de Buda se vuelve acción», dice el maestro Deshimaru. Esta acción viene del Buda que está en nosotros, del ser despierto que puede actuar con sabiduría. Es otra dimensión de la acción que la que tenemos en el mundo ordinario; sin embargo, es también el mundo ordinario.

«La sustancia se transforma en acción, como la alta montaña se hace océano profundo». Es una imagen de paisaje japonés: islas de montañas y fosas oceánicas. No hay separación entre la montaña y la profundidad del océano. No hay separación entre la sustancia y las acciones. Sólo son dos dimensiones distintas, pero no separadas.
El manantial es uno, pero numerosos son los afluentes. Aguas claras, aguas de barro, aguas tranquilas, aguas en movimiento. Ku Soku Ze Shiki. Ku es el manantial, pero los fenómenos, Shiki, aparecen numerosos. Ku se vuelve Shiki.
La fuente, el manantial del espíritu de Bodhidharma es uno, pero para sus discípulos se hizo piel, carne, huesos y médula. Bodhidharma quería ver el espíritu de sus discípulos para darles la Transmisión del Dharma. La Transmisión del Dharma es reconocer el espíritu del despertar del discípulo.
Bodhidharma tenía cuatro discípulos íntimos, cuatro grandes discípulos, y a todos ellos les preguntó acerca de su comprensión de la Vía. El primero dio una respuesta y Bodhidharma le dijo: «Tienes mi piel». El segundo, que era una mujer, contestó y Bodhidharma le dijo: «Tienes mi carne». Al tercero le dijo: ºTienes mis huesos». Y el cuarto, que era Eka, no habló. Sólo se prosternó en Sampai. Bodhidharma le dijo: «Tienes mi médula».
Los cuatro tenían el espíritu del despertar, los cuatro habían alcanzado la verdad, pero Eka ya no tenía necesidad de expresar algo fuera de una acción verdadera. Su acción era lo que sentía íntimamente y su cuerpo la desarrolló automáticamente, sin pensar. La luz y la oscuridad eran totalmente complementarias.

El principio de Zazen es la unidad, la unidad con uno mismo en el punto de aquí y ahora. La concentración en la espiración es importante porque la espiración nos permite dejar pasar los pensamientos, los pensamientos que nos llevan al pasado o al futuro y que nos alejan de la paz del silencio interior.
La esencia de Zazen es la unidad cuerpo-espíritu. A veces, mi maestro decía: «Pensad con el cuerpo». Zazen no es algo exterior a vosotros; es vuestro cuerpo y vuestra mente que están sentados tranquilamente sin meta, que están sólo haciendo Zazen. El principio de Zazen es hacerlo sin meta, hacerlo por Zazen, no por un beneficio futuro.
Parece ser que las criaturas vivientes de nuestro mundo tienen siempre una meta ―por ejemplo, la meta de reproducirse, la meta de nutrirse―. Pero en Zazen vamos en otra dirección: hacemos Zazen por hacer Zazen. Los que quieren aprovecharse o tener beneficios con Zazen, se agotan rápidamente porque crean una ilusión, algo que no es Zazen. Zazen tiene méritos, pero los méritos no se pueden atrapar, hacer suyos, están más allá de nuestra idea.

El maestro Deshimaru dice: «Hay que tocar directamente el espíritu del Buda». ¿Cómo tocar? Entrando directamente en Zazen. Es la intimidad consigo mismo, la intimidad con el espíritu.

La gran pregunta: “¿Qué es la vida, el espíritu, la conciencia?”, nadie la puede contestar. Se puede discutir durante horas, se puede buscar intelectualmente, se pueden escribir libros sobre el cerebro, sobre el funcionamiento de las criaturas complejas, desarrolladas, que son los hombres. Pero cuando se ve el resultado de las acciones de los hombres, es difícil pensar que realmente son criaturas evolucionadas. Hay algo que falla, hay algo que no es exacto.
Shin Fuka Toku. No se puede atrapar el espíritu, pero se puede tocar: es el estado de unidad, integridad con uno mismo. No con sus pensamientos, sino más allá de los pensamientos, más allá del “yo soy”. Sólo siendo, siendo sujeto y objeto a la vez. Eso es Zazen: la unidad. Tocar el espíritu es Sesshin.
Este espíritu es Buda, despierto. El sueño de las ilusiones ha desaparecido. Por un instante somos enteros, por un instante somos enteramente Zazen. Es experiencia directa. Soy mi espíritu, soy mi cuerpo. Abandono mi cuerpo, abandono mi espíritu. Uno. Es el maravilloso principio del Sandokai, tal como lo expresó el maestro Sekito.

Cada existencia tiene su utilidad.
Usadla, cualquiera que sea su posición.
Fenómenos y esencia encajan perfectamente.

En el budismo no existe ningún desprecio hacia la existencia; al contrario, existir es un tesoro. En nuestra sociedad actual dejamos poco sitio para la espiritualidad, siempre lo más importante es el mundo material. La gente busca mucho la apariencia, la habilidad para hablar, la cuenta corriente del banco… Pero cada existencia tiene su utilidad, se desarrolla, se transforma y hay que dejar que esa transformación tenga lugar.

Cuando vivía en Suiza, trabajaba con personas ancianas haciendo talleres de escultura. Al principio, algunas me decían que no hacían escultura desde la escuela, cuando eran niñas. Pero, poco a poco, a lo largo de los meses, una creatividad que nunca habían utilizado en su vida se desarrollaba. Las ancianas estaban sorprendidas de lo que podían hacer, realizar y expresar.

La existencia es vivir pero, con esta vida, ¿qué hacemos? El niño quiere ser adolescente, el adolescente quiere ser adulto, y éste no quiere ser mayor. Finalmente, pasa la vida. En la práctica del Zen hay un punto esencial: aquí y ahora, vivir el momento presente. Si estamos pensando en el futuro o en el pasado no somos capaces de vivir el presente.
Entonces, ¿cómo hacer? El Zen enseña la unidad con las acciones en el momento presente. Por ejemplo, el que toma notas no puede estar pensando en el pasado o en el futuro, tiene que estar aquí y ahora. Así, tomar notas es una práctica de la concentración. En Sesshin existe la práctica de cocinar para los demás. Es un samu, una práctica de la concentración. Si el responsable de cocina -Tenzo- piensa en otra cosa y deja pasar el tiempo, entonces no comemos. De alguna manera, está obligado a mantener la concentración en la comida.
En el trabajo es lo mismo. Si uno se equivoca, tiene problemas. Pero el trabajo no es un Samu, se hace con la meta de conseguir dinero o reconocimiento. El Samu, en cambio, es la acción por la acción. Es la acción por el Dharma, por la práctica, por la Naturaleza de Buda.

«Cada existencia tiene su utilidad». Usar, no la existencia, sino más bien darse cuenta de la utilidad de cada existencia. Darnos cuenta de la utilidad de las personas que han hecho nuestro coche, o las carreteras, de la utilidad de las personas que han hecho las patatas fritas que habéis comido, la utilidad de este mundo donde cada uno piensa ser el único.

El Buda dijo: «Todas las existencias son la Naturaleza de Buda». Podríamos decir, como seres ordinarios: «Todas las existencias son la naturaleza de la humanidad».

«Usad esta naturaleza cualquiera que sea su posición. Fenómenos y esencia encajan perfectamente». En cualquier fenómeno, en cualquier persona podéis encontrar la luz espiritual y por eso el mensaje del budismo es la compasión y no la discriminación.
Es, en esencia, Zazen, que es Hishiryo: más allá de los pensamientos, más allá de las categorías, más allá del yo, más allá de lo universal. Pensar sin pensar, pensar desde la luz más recóndita del no pensamiento.

La flecha y la lanza chocan una contra otra.
Recibiendo este lenguaje, debéis entender la fuente.
No permanezcáis en concepciones egoístas y erróneas.

“La flecha y la lanza” es una historia Zen entre un maestro de tiro al arco y su discípulo. El maestro era muy fuerte y el discípulo también. El maestro ya era viejo, pero seguía siendo el maestro. El discípulo pensaba que había llegado su turno de ser maestro, pero el maestro no quería morir. Hasta este día de la historia, el discípulo le había sido fiel.
Un día, el discípulo encontró al maestro en un lugar aislado. En ese momento, le subió un demonio a la cabeza y pensó: «Hoy va a ser el último combate de mi maestro». En las artes marciales los combates son serios, no son películas, pueden acabar con la vida de uno de los dos.
Entonces, el discípulo tiró una flecha, el maestro hizo lo mismo y las dos flechas chocaron en el vuelo. El discípulo lanzó una segunda flecha y el maestro también. De nuevo, las flechas chocaron al vuelo. Había igualdad total entre las dos personas, pero no había llegado aún la intimidad. El combate sigue: el discípulo tenía nueve flechas pero, cada vez que lanzaba una, el maestro la encontraba al vuelo. Éste sólo disponía de ocho flechas y una lanza. Cuando el discípulo lanzó la última flecha, el maestro la encuentró al vuelo con la lanza.
Se acabó el combate. Los dos están frente a frente y se abrazan: «¡Oh excelente discípulo…!», «¡Oh, excelente maestro…!». La unidad, la intimidad. Ahora el discípulo podía hacerse maestro verdaderamente.
La flecha y la lanza simbolizan la transmisión del espíritu, la Transmisión del Dharma.

Cuando estáis en unidad con vosotros mismos, cuando sois completos, sois Buda. Puede que sea el Buda de un instante, de un segundo. Evidentemente, es un Buda que no se puede atrapar, etiquetar o conservar. Cuando uno practica Zazen, va de instante de Buda a instante de Buda. Luego, estáis inmersos en la vida fenoménica. No voy a decir que sabéis que Buda existe en vosotros, porque no se sabe, es algo íntimo que no se puede expresar. Creo que lo que se acerca más a la expresión “tocar el espíritu” es la frase de Yakuzan: «Practico lo que no puedo expresar, expreso lo que no puedo practicar».

La primera Transmisión tuvo lugar entre Buda y Mahakashyapa cuando, durante una conferencia, el Buda hizo girar una flor entre sus dedos y sonrió. Fue en una asamblea enorme, de dos o tres mil personas que habían ido a escuchar la enseñanza del Buda, el Despierto. Pero, en esta asamblea, sólo sonrió Mahakashyapa, que en este instante tenía el mismo espíritu que el Buda. Esto no significa que tenían un espíritu especial, sino más bien que los dos eran conscientes de tocar el espíritu, los dos estaban en unidad. De algún modo, Mahakashyapa vio el espíritu de Shakyamuni. No un espíritu con muchos pensamientos, concepciones filosóficas y reglas de vida, sino tan sólo el espíritu puro, brillante, sin ninguna idea: Ku. Y Mahakashyapa era igual, no había nada egoísta, equivocado o personal en él.
Buda transmitió a Mahakashyapa el puro espíritu del Despertar. Luego esta Transmisión se ha efectuado de maestro a discípulo y es, en cierto modo, una Transmisión silenciosa. No es necesario decir: «He entendido», porque no hay nada que entender. I Shin Den Shin.

«La flecha y la lanza chocan en pleno vuelo». La caja y su tapadera encajan perfectamente. Practicad el principio. Sustancia y acción encajan también sin problemas, oscuridad y luz, fuente y afluente, unidad y diferencia. Ku y Shiki se encuentran, se combinan, coinciden y se penetran mutuamente.
Ambas, la caja y la tapadera, son necesarias; no hay caja sin los dos lados. La utilidad y la posición de cada término son distintas. En una caja no se llena la tapa ni se cierra con la caja encima. Cada lado tiene su utilidad, su función, su método, pero verdaderamente se realiza en la unidad, más allá de las diferencias.

Si no podéis comprender la Vía,
incluso si camináis en esta Vía,
no podréis obtenerla.

Es la conclusión del Sandokai.

Un discípulo le preguntó al maestro Joshu:
―¿Cuál es la esencia del budismo?
Y el maestro Joshu le contestó:
―¿Has comido tu guenmai?
―Sí, maestro.
―Ahora lava tu cuenco.

Mi maestro hablaba de seguir el sistema cósmico.

Después de una Sesshin, la energía está como nueva, no hay impedimentos mentales; estamos en las acciones aquí y ahora.
Cuando hice el primer Campo de Verano, veía a la gente entre los Zazen tomando café, discutiendo, hablando… En este momento, me vino la idea de comprar un terreno para construir un Templo. Era la única forma, la única compasión, para que los practicantes entendieran la Vía con las acciones.
Cuando empezamos a hacer Zazen, en general, es mejor no tener ninguna idea a propósito del Zen. A mí es lo que me ocurrió: buscaba un maestro espiritual y encontré un monje zen, por suerte.
La comprensión correcta forma parte de la primera enseñanza de Buda a propósito de las Cuatro Nobles Verdades. El conocimiento de una cosa está bien, pero está claro que no podemos comprender todo porque existe Mujo: la impermanencia, todo cambia.

Hay que ponerse de actualidad con la impermanencia, aceptar, aprender a cada momento, aceptar no saber, aceptar su ignorancia. Es difícil. Volverse una página blanca y concentrarse en el aquí y ahora. Sus reflexiones, sus proyectos, hacerlos aquí y ahora. No tomar sólo en cuenta el yo, sino yo y los demás, la interdependencia de todas las existencias. Crear una buena interdependencia con sus acciones. Si las acciones son complicadas, requieren muchos recursos, no se realizan rápidamente. Entonces, hay una falta de comprensión de la Vía, se nos escapa. Aquí y ahora.
La rapidez es también un elemento importante: realizar la acción rápidamente, que no se estanque el pensamiento. Por ejemplo, en Japón, en mi época, se abrían y se cerraban los cuencos muy rápidamente. El monje estaba sólo en movimiento, sin tiempo para estancarse, sin tiempo para pensar, pero con el tiempo eterno, en el momento presente. El tiempo individual que se estanca y el tiempo del instante que se eterniza.
En Zazen es igual: aquí y ahora. Aquí y ahora unir los dos pulgares, entrar el mentón, respirar hondamente, estirar la columna vertebral. Hacer que su cuerpo sea el cuerpo de Zazen en este momento. Nada más de lo personal, quitar sus historias, borrar su historia.

«Si no podéis comprender la Vía, incluso si andáis en esta Vía, no podréis obtenerla». Cuidado.

Un monje estaba haciendo Zazen. Su maestro, Yakusan, se acercó y preguntó:
―¿Qué estás haciendo?
―Hago Zazen.
―Pero, ¿qué estás haciendo?
―No hago nada ―contestó el monje.
―Bueno ―dijo Yakusan―, si no haces nada, es que estás sentado como un vago.
―No ―contestó el monje―. No estoy sentado como un vago, pero lo que hago ni siquiera diez mil sabios podrían decirlo.

Hay algunas cosas que no se explican con la mente, pero que se comprenden con la experiencia en la práctica.

Avanzando vuestros pies aquí y ahora
no hay ni cercano ni lejano.

La más mínima duda separa una distancia grande
como una montaña que está alejada de un río.

Si hay una comprensión de la Vía no hay razón para dudar. Si comprendemos la Vía comprendemos por qué queremos practicar. Si queremos practicar la Vía como hobby, como una meta, para relajarnos, o esperando una futura reencarnación después de la muerte, o con falsas esperanzas, o con opiniones personales, entonces está claro que podemos dudar. Pero si comprendemos la Vía, si comprendemos de qué trata, si comprendemos que hay que experimentarla, entonces la única duda que puede aparecer es la duda en uno mismo.
Pero, incluso si comprendemos la Vía, sabemos que el yo es siempre cambiante, sin noúmeno, sin esencia propia, sólo producto condicionado. ¿Cómo podemos dudar de nuestra práctica?
Practicar Zazen es algo muy especial porque, cuando practicamos Zazen, estamos totalmente en unidad, somos unidad con Zazen. El cuerpo de Zazen, la forma de Zazen es nuestra forma.
Si comprendemos eso no somos más solitarios, no somos más abandonados por el Cosmos. Somos el Cosmos, somos la Tierra. No hay separación entre Zazen y yo. Yo soy Zazen pero también Zazen es yo, no hay nada cercano, no hay nada. No hay un objetivo, estamos realizando el objetivo, Zazen mismo es Satori. Incluso si la postura es difícil, es Zazen.
Cuerpo-mente uno. Cuando el cuerpo está bien sentado, la respiración se puede hacer honda, profunda. Automáticamente con la espiración profunda la conciencia se tranquiliza. No seguir los pensamientos, dejarlos pasar. Pensar con el cuerpo, pensar sin pensar. Los pensamientos son sólo visitantes, aquí y ahora no tienen importancia. Aquí y ahora, lo que tiene importancia, lo que es auténtico, es aquí y ahora. Un zafu vacío debajo del cielo vacío. Sólo eso es Zazen.

«La más mínima duda separa una distancia grande, como una montaña que está alejada de un río». La duda es pensar, etiquetar, comparar.

¿Qué elijo? ¿Cómo voy a ser completo?
«Es importante concentrarse en una sola cosa», me decía mi maestro. No tenemos muchos años de vida; es mejor hacer las cosas auténticamente.

«Avanzando vuestros pies aquí y ahora, no hay nada cercano o alejado» No hay un llegar a ser, sólo hay una práctica: la práctica de aquí y ahora.
En Zazen, sólo Zazen. No hay que estar dividido. Hago Zazen, pero tengo ganas de estar en otro lugar, o estoy en otro lugar y pienso en hacer Zazen. Entonces, la mente se complica: «¿Qué es lo mejor, estar aquí o estar ahí?». Por eso, en el poema anterior el maestro Sekito habla de comprensión justa. Por eso, los maestros se refieren siempre a los maestros del pasado; son sus guías, sus amigos en el camino.
Siempre tenemos una meta. «Este año conseguiré un nuevo frigorífico, tendré la última play-station». Alargamos el tiempo con nuestros deseos, hacemos una manipulación mental. El sistema lo ha entendido muy bien, porque siempre nos crea nuevos deseos. Para mí es, más bien, lo contrario: estoy muy contenta con las cosas del pasado ―las buenas telas naturales, las excelentes agujas inglesas que ya no se encuentran, las verdaderas velas de cera…― y veo que este pasado verdadero está agotado. Las reservas se agotan, pero la civilización sigue en un sueño.
El despertar no es algo sólo espiritual; el despertar es volver a la condición normal. La condición normal no es buscar hacer un ser sólo espiritual. La condición normal es que la conciencia y nuestro cuerpo estén más normales, más equilibrados, más felices, más completos, más cumplidos con su viaje en la vida. Entonces, la condición normal es normalizarse en el mundo, estar en unidad con el mundo. Si comprendemos la Vía, comprendemos también nuestro universo, cómo funciona, cómo respira aquí y ahora.

Aquí y ahora es esencial. Aquí y ahora abrir los ojos, no engañarse más. Aquí y ahora no hay ni cercano y alejado, aquí y ahora vemos exactamente la posición. Es lo que Dogen llama en el Genjokoan “la posición dhármica”. En esta posición no hay una meta, un llegar a ser, todo está cumplido en el momento presente. Eso es la práctica del Zen. Si dudamos, nos alejamos de la música del Cosmos, no podemos bailar con el Cosmos, y es una pena porque es nuestro verdadero hogar.

Aquellos que buscáis el Camino, os lo ruego
no perdáis el momento presente.

La mayoría de la gente está fuera y en un tiempo de ilusión, de sueño. Zazen, aquí y ahora y Mushotoku; esa es la esencia del Zen, no es necesario otra cosa. Si os concentráis en estos tres puntos ―Zazen, aquí y ahora y comprender que no hay meta―, entonces seréis un verdadero hijo de Buda, una verdadera persona de la Tierra, y podréis ayudar en la crisis que atraviesa el hombre moderno.
Zazen, aquí y ahora y Mushotoku. Si practicáis sólo para vosotros, sólo para ayudar a vuestra personalidad con problemas, no podréis aguantar mucho tiempo la práctica. No hay que practicar con el ego. Guardad el ego para la vida cotidiana, para vuestro trabajo, para vuestra seducción personal si lo necesitáis. Pero pensad con la totalidad, tened una mirada objetiva sobre el mundo en que vivís.

Ya hablé de la Transmisión: Bodhidharma, Eka, Sosan, Doshin, Konin, Eno… Eno, el sexto Patriarca, tuvo muchos discípulos, dos de ellos excelentes: Nangaku y Seigen. Los dos tuvieron también muchos discípulos, entre ellos Baso y Sekito. Esto fue alrededor del año 1000.
Los discípulos Zen que practicaban en aquella época viajaban de templo en templo. Baso y Sekito eran dos maestros reconocidos que vivían en montañas cercanas. Se decía de Sekito que las vertientes de su montaña eran muy deslizantes: no era fácil practicar ni quedarse con él. Pero cuando se lee o se estudia, lo que queda es la gran compasión del maestro: «Os lo ruego, no perdáis el instante presente». Un único consejo, una sola voz, una única dirección.

Bodhidharma recibió la Transmisión de Prajnatara, el vigésimo séptimo Patriarca indio. Un día, Prajnatara había sido invitado a comer por un comerciante rico, que le preguntó:

―Veo a los monjes budistas cantar Sutra, y tienen un Sutra preferido al que se dedican toda su vida. Y usted, maestro, ¿cuál es su Sutra?
―Yo no tengo ningún Sutra.
―Pero, maestro, todos los monjes se concentran en un Sutra.
―Cuando inspiro, cuando espiro, canto un Sutra sin fin. No tiene nombre, pero a cada inspiración, a cada espiración, lo canto.

Es la esencia del Sandokai: el equilibrio, la unión entre lo inmaterial y la vida cotidiana. Incluso si necesitáis el ego en los fenómenos, dejad que el ego reciba la buena influencia del Zazen, de la Sangha, del Dharma.

Sandokai: incluso si estáis totalmente en los fenómenos, no seáis un monje arrogante que lo sabe todo. Considerad a la gente como vuestros hijos.

Sandokai: no olvidar, tal y como la caja y su tapadera, que la vida zen y la vida ordinaria se encajan. Para el maestro y el discípulo también hay un momento, un momento totalmente ordinario, en que su espíritu de la Vía, su Komyo, encajan.

Si os concentráis en estas tres cosas: Zazen, el momento presente y abandonar la meta, comprender que no hay meta, seguramente podréis realizar la Vía del Buda.

 

Bárbara Kosen, enseñanza durante Zazen de octubre a diciembre del año 2007