LA VÍA EN CUBA
Desde el viernes 24 el transporte para el día 27 se había roto con pocas probabilidades de arreglarse. A los pocos interesados les decía que todo estaba bien con tal de no perder esperanzas, de resolver algo mejor. El sábado en la mañana hice zazen. Salimos del Dojo a tomar un café Julito y Dayan, quien conocía alguien que tenía una guagua y me confirmaba que el Lunes 27 estaría a las 8 de la mañana en el Dojo. Así comenzó aquella mañana un viaje a una casa grande llamada ¨La Faraona¨ a la orilla de la bahía de Matanzas.
Como se acordó, esta vez el chófer cumplió con su llegada a las 8:00 y salimos a las 9:30, ya que nos llevó más tiempo esperar por alguien que faltaba y cargar las cosas del Dojo. El viaje transitó bastante bien hasta Canasí, un lugar entre La Habana y Matanzas. Estuvimos parados cerca de una hora por que los filtros de la guagua fallaron, tuvimos que ayudar al chófer a arrancar la guagua, fue un tremendo show. Supongo que se haya sorprendido por que en lugar de ponernos bravos todos reíamos y cantábamos; tuvimos que bajar todos y había que ver cómo en una loma curva marcha atrás se intentaba arrancar la guagua en caída… Al final estuvimos rotándonos para dar bomba presionando fuertemente con la mano, algunos también pasamos por el timón, fue cómico. Arrancó y subimos rápido y, tras el embullo, surgió un coro de felicidades (Bombochie Chiecha) al chófer por el esfuerzo y, terminando el canto, de nuevo falló y la misma historia pero esta vez definitoria por que le cambiamos el filtro -sugerido desde el principio por la Shusso Alba- por uno nuevo que tenía el Chófer, hasta que arrancó y no paramos hasta llegar a Matanzas en el mismísimo patio trasero de la casa.
Llegamos sobre la 1:00, ya estaba adelantado el almuerzo por Manuel y Darnelis, practicantes de Matanzas. Se incorporaron dos matanceros más y cuatro personas vinieron con Bárbara desde México, hacíamos un total de 22 practicantes que nunca salimos de la sesshin. Varios pasamos por el puesto Kyosaku. Yo como Samu y Tesorero, Lisset funcionó como Tenzo, Andrés de Servicio junto a Dayan y Chino Lee, y Michel de secretario de Bárbara. El tiempo corto de 4 días nos hizo estar atentos a nuestras emociones y uso del tiempo. Los Samu eran ayudar en la cocina, mantener el espacio limpio y coser, la responsable era Alba. Muchos cosíamos por que se esperaban ordenaciones, lo hacíamos a veces en el portal que tenía la casa en su parte lateral. El frente era con vista al mar. Nos accedieron un cuarto de adentro de la casa, donde dormían tres personas, afuera otro cuarto espacioso y climatizado que ocupaba dos camas cameras más un colchón, una pequeña cocina y baño. Detrás, con acceso de una escalera en la parte de arriba dormía Sensei, a las 10:30; del lado izquierdo un amplio patio con árboles y cocoteros donde acamparon algunos practicantes, del lado derecho la cocina, un baño y un espacio bastante amplio para tres grandes caninos que, para su tamaño, ladraban bastante poco; al fondo, un techo de guano que usan de restaurán, el cual habilitamos para el Dojo. En el Bar pusimos los zafu, y los kolomos de una tendedera que hicimos con una soga. No teníamos para darle altura al Altar y nos inventamos de dos taburetes y una pequeña silla, las tres las pegamos y amarramos, un paño por encima y funcionó el Buda en la Sesshin.
Comenzaba el despertar con Luis a las 6:30 a.m. Zazen, paseo, desayuno. Samu, Zazen, Almuerzo, Siesta, Samu, Zazen, Comida, Zazen y Campanita Alexei. Manzanet, experto en masaje Shiatzu, de vez en cuando era muy solicitado por quienes no lo habían probado, este día se acostó tarde aplicando Shiatzu, por eso fue mejor para el próximo día sonar el madero a las 3:30 para quienes quisieran recibir un masaje en el Dojo. Comíamos con frecuencias bajo la arboleda y al terminar disfrutábamos algunos pocos de la compañía de Sensei. En una ocasión, tras platicarle nos confesaba al llegar justo Michel que le daría la transmisión; los que tuvimos la oportunidad de presenciar este instante quedamos regocijados de la noticia, que sería dicha por Sensei Bárbara en el Dojo. La penúltima noche el clima quiso cambiar, una pequeña amenaza de lluvia irrumpía durante el zazen de la tarde. Sensei pidió hacer un Mondo en el que se aprovechó para acomodar un poco las alfombras que estaban humedeciéndose y, durante el segundo tiempo de zazen, como si los sonidos se entendieran, al concluir la campana cesó la lluvia. Coincidencias de las bellezas que nos regala la dicha de practicar la Vía.
Al día siguiente los que se ordenaban despertaban con el conocimiento de tener por última vez en sus manos sus vírgenes bolsas de Kesa y Rakusu, que debían ser entregados para caligrafiar. Estaban contentos, algunos se notaban inquietos como si saliesen del cascarón, se rapaban y los que aún no lo estaban sabían que era después de zazen que debían de hacerlo, era para la hora del samu. A Dayan, Manzanet y Darlenis les Amanecía un hermoso amanecer con una finísima llovizna que dejaba caer lo maravilloso con un inmenso Arcoíris que penetraba al mar en el centro de la Bahía de Matanzas; iban a ser ordenados Bodhisattvas mientras que Lisett, Chino Lee, Manuel, y los mexicanos Danitze y Miguel, Monjes. Además de entregas de Rakusu a un niño de México y los Kesas de 9 Bandas de Alba y Monji. Hicimos dos zazen y luego se preparaba el Dojo con instrucciones de Sensei. No quedaba para más, la tarde se hacia vieja, y aparecían los limpios rostros y los blancos kimonos. Cuando a las 6 sonaba el madero para entrar al Dojo daba el comienzo de la ceremonia y, minutos después, anunciaban los sonidos de Campanita, Madero, Campana y Tambor la llegada y entrada de Sensei. Los futuros Bodhisattvas delante, y los Monjes detrás esperaban recibir sus atributos que serían colocados en sus cuerpos con la ayuda de antiguos practicantes. Quedamos contentos y afirmamos los preceptos de la Vía. Nos dábamos abrazos y besos y nos tirábamos muchas fotos con celulares y cámaras.
Después de la alegría nos acogía una cena preparada por un nuevo equipo de cocina dirigido por la mexicana Irma y asesorado por Lisset y Andrés, prepararon Lomo de cerdo, mariquitas de plátano, Arroz Moro, ensalada, helado de vainilla. Y dos botellas de vino y de lechita para sobremesa. Poco a poco pasaba la noche y nos entreteníamos conversando, escuchando música y viendo al español Hugo que se lucía de sus espectaculares pases de magia. Nos dio la madrugada en la mesa, tranquilos y silenciosos el Chino Lee y Yo, que como samu-man, velé de que todos dormían en sus respectivos sitios. El ultimo día se hizo un zazen en la mañana y se recogió todo el Dojo de manera organizada. El lugar del Dojo regresó a ser el ranchón ¨La Faraona¨, con mesas de taburetes que era. Se preparó un buenísimo almuerzo de despedida, el transporte llegó en tiempo y comenzamos a subir las cosas poco a poco; primero las cosas del Dojo, luego de cocina y por ultimo las pertenencias de cada cual. Una vez montados, sin escala fuimos a parar en Playa Bacuranao cerca de Alamar, para quienes no tenían la dicha de conocer esta pequeña belleza, estaba tranquila y de poco Sol. Estuvimos cerca de una hora, nos tiramos fotos y Sensei disfrutó de un café que le vendió un Salvavidas. Nos fuimos, y a las 3:30 de la tarde llegábamos al Dojo subiendo las cosas apresurados por que amenazaba llover, cosa que nunca sucedió. Despidiéndonos entre todos para vernos más tarde.
Me fui con Luis a tomar helado y nos separamos. Tenía que estar a las 8 en la (FAC) Fabrica de Arte, pero no tenía comunicación porque mi móvil lo había dejado cargando. Al llegar no estaba nadie y me encontré por casualidad con Omar Pérez quien me facilitó entrar como invitado. Era la primera vez que me decidía a visitar este lugar con ofertas en originales espacios de genialidad ocurrente e inagotable alegría. En espera de la Sangha que no aparecía compartí con Omar, de pronto pasé a Alba, luego salí del lugar y vi a los mexicanos, paseamos y disfrutamos de un concierto de música instrumental de filmes clásicos por una orquesta de cámara. Pasamos a un espacio con puesta del grupo ¨Teatro Espontaneo¨ cuando de pronto vemos a Andrés, Dayan, Hugo y Sensei que acababan de llegar al recinto y Andrés me da la amarga noticia que había que ir al Dojo. Una llave de agua permanecía abierta y podía perjudicar a los vecinos. No perdí más tiempo y salí corriendo. Llegué al Dojo y tuve que correr las alfombras que le quedaban poco para mojarse, sacar el agua con una escoba y aprovechar y pasarle con la frazada a los espacios secos. Regresé a la Fábrica y fui donde los había dejado, pero no encontré ya nadie. Así que como Luis vive cerca, a una cuadra, pues aproveché para avisarle de mi soledad, lo invité, y disfrutamos de la noche hasta el final y cierre. Decidí regresar al Dojo y organizar lo más que pude para dejarlo listo y practicar, me acosté a las 5:30 y desperté a la 8:30 a.m. Logré comunicarme con Michel y quedamos en vernos donde se alojaba Sensei para su despedida. Así que fui y allá estábamos casi todos.
Nos despedimos pero quería mostrarle La Habana a Miguel y Danitze y así lo hice. Nos trasladamos en guagua, caminamos rápido, les compré libros y ellos compraron algo de artesanía, paseamos por el casco histórico y regresamos rápido a casa de Esteban. Quise acompañarlos hasta el aeropuerto para quedar tranquilo, a Miguel por error no le aparecía el nombre y para rematar el vuelo hacia México estaba atrasado. Tuvieron que esperar una hora de más, así que comimos un sándwich e hicimos un brindis de despedida.
En día 2 de diciembre el Samu fue reorganizar el pequeño Dojo, esta mañana Michel comenzaba una nueva práctica y la introducción del Shin Jin mei.
Monji, Diciembre de 2017.